INVESTIGADORES
MESSUTI Maria ines
congresos y reuniones científicas
Título:
Micorrizas en pteridophytas de los bosques templado-lluviosos del Noroeste de la Patagonia
Autor/es:
FERNÁNDEZ, N.V., FONTENLA, S. Y MESSUTI, M.I.
Lugar:
Capital Federal
Reunión:
Otro; II Convención Ambiental Universitaria Patgónica; 2005
Institución organizadora:
Universidad Católica Argentina
Resumen:
Entre los fenómenos ecológicos de gran interés se encuentran las interacciones entre individuos de poblaciones taxonómicamente distintas. Estas interacciones pueden ser neutras, negativas o positivas, conociéndose como simbiosis las interacciones positivas en las que una o ambas especies se ven beneficiadas como resultado de su coexistencia (McNaughton y Wolf, 1984). Las asociaciones simbióticas mutualistas entre determinadas plantas y diferentes microorganismo s del suelo juegan un rol fundamental en los ecosistemas, dado que permiten mejorar las condiciones edáficas e incrementar el "fitness" de las plantas. Los microbios que forman parte de estas interacciones pertenecen a dos grandes grupos: bacterias y hongos. El primero está implicado en la fijación de N2 (Rhizobium y Frankia), y el segundo está principalmente relacionado con la toma de nutrientes del suelo (Diouf et al., 2003). En este último grupo se encuentran las micorrizas. Si bien se han postulado varias definiciones para esta asociación, actualmente se las define como una simbiosis endofitica, biotrófica y mutualista caracterizada por el íntimo contacto y la perfecta integración morfológica entre un hongo y las raíces de una planta en una estructura que permite incrementar el "fitness" de uno o ambos individuos, donde el órgano de absorción es la micorriza y no la raíz (Siqueira y Franco, 1988). La base del funcionamiento de esta simbiosis es la transferencia de los carbohidrato s elaborados en la fotosíntesis desde la planta hacia el hongo y de los nutrientes del suelo absorbidos por las hifas de este último hacia el vegetal (Read, 1999).
Las micorrizas se dividen en dos grandes grupos según la relación que posean las hifas con las células corticales:
- Micorrizas ectotrójicas en las que el hongo forma un manto entorno a la raíz y generalmente no penetra en sus células, sino que se desarrolla entre las células corticales de la raíz (HarIey y Smith, 1983).
- Micorrizas endotrójicas en las que el micelio de los hongos que las forman penetra en las células corticales de la planta hospedadora y no producen modificaciones morfológicas en ellas (HarIey y Smith, 1983; Siqueira y Franco, 1988).
Entre estas últimas se encuentran las micorrizas arbusculares (MA), que corresponden a asociaciones mutualistas constituidas entre Zygomycetes y plantas de muy diversos grupos. Estas micorrizas se caracterizan por poseer una fase extraradical (en el suelo) con hifas, esporas, células auxiliares y esporocarpos; y otra intraradical, donde son capaces de formar hifas inter e intracelulares, arbúsculos, vesículas y rulos ("coils") (Siqueira y Franco, 1988; Bécard et al., 2004).
Las MA son una de las simbiosis conocidas más antiguas,-dado que la evidencia fósil de hace 460-350 millones de años indica la presencia de estructuras similares a arbúsculos, vesículas e hifas en las células corticales de las primeras plantas terrestres, 10 cual sugeriría que ambos organismos se encuentran juntos desde las primeras etapas evolutivas. Además, distintos estudios moleculares han confirmado que los Glomales son un grupo monofilético, que se originó aproximadamente al mismo tiempo que el propuesto por los paleontólogos para el origen de las plantas terrestres (Read, 1999).
Desde los primeros colonizadores de los ecosistemas terrestres, ha surgido una flora diversa cuyas raíces están en general colonizadas por micorrizas. Si bien es cierto que sólo se ha examinado aproximadamente el 3% de las raíces de las plantas terrestres, se estima que el 9597% de las mismas pertenecen a familias generalmente micorrizadas, incluyendo hierbas, arbustos, árboles y algunas briofitas y pteridofitas (Salisbury y Ross, 1994; Read, 1999). Por su
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parte, las MA se encuentran aproximadamente en el 80% de los vegetales terrestres, en los cuales incrementan la toma de nutrientes a partir del suelo, permitiéndole a la planta acceder a fuentes de nutrientes inorgánicas que de otra manera serían inaccesibles para ellas; protegen al mismo de diversos patógenos e incrementan la tasa de fotosíntesis y la probabilidad de germinación de sus semillas, entre otras cosas (Killham, 1994).
A pesar de que las interacciones micorrícicas están presentes en prácticamente todos los eco sistemas terrestres, hasta la actualidad su contribución al funcionamiento de los mismos ha sido pobremente entendida (Read, 2003). En parte, esto se debe a que si bien existen numerosos y extensos estudios a cerca del status micorrícico de diferentes plantas, no se ha prestado atención a muchas de ellas. Por ejemplo, mientras que el número de especies de gimnospermas y angiospermas analizadas hasta el momento suman más de 6000, el de pteridofitas no es más de 180. Por lo tanto, resulta evidente que la ocurrencia de MA en pteridofitas se encuentra muy poco documentada respecto del resto de las plantas vasculares (Muthukumar y Udaiyan, 2000; Zhang et al., 2004; Zhao, 2000).
Las MA de pteridofitas se hallan relativamente bien estudiadas en Nueva Zelanda (Cooper, 1976), Inglaterra (Hepden, 1960), China (Zhang et al., 2004; Zhao, 2000), India (Muthukumar y Udaiyan, 2000), Norteamérica (Berch y Kendrik, 1982; Dhillion, 1993) y Hawai (Gemma et al., 1992). En Argentina los estudios en este grupo de plantas son escasos o prácticamente nulos. Por ello se plantea realizar analizar la ocurrencia de MA en pteridofitas de un sistema boscoso de Patagonia.