INVESTIGADORES
OSSWALD andres Miguel
congresos y reuniones científicas
Título:
¿Quién no quiere ser objeto? O la ética según Houellebecq
Autor/es:
ANDRÉS MIGUEL OSSWALD
Lugar:
Ciudad Universitaria de Córdoba
Reunión:
Jornada; JORNADAS DE FILOSOFÍA TEÓRICA; 2009
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía
Resumen:
Michel Houellebecq ha desarrollado en sus obras una propuesta ética consistente. Alejado de la crítico literaria, ofrezco aquí una reconstrucción conceptual de ciertos aspectos nodales de su pensamiento concentrándome, puntualmente, en lo atinente a la noción de sujeto y otredad. Repetida hasta el cansancio, la crítica a la subjetividad constituye un lugar común en la filosofía del siglo XX. Consecuentemente, la crítica de Houellebecq no será, en tanto crítica, ninguna novedad. El autor aporta, con todo, un análisis exhaustivo de la producción de subjetividad en tiempos de la sociedad de consumo donde, al parecer, el sujeto no sólo, y muy a pesar de los filósofos, no parece dar signos de haber muerto sino que se despliega sin límites ante la caída de las restricciones que levantaba la moral religiosa y secular. Sólo cuando tales barreras que la sociedad erige, según se piensa, como medios de control y sometimiento de la subjetividad desaparezcan, el hombre podrá ser finalmente libre, esto es, podrá disponer sin límites de los medios para satisfacer sus deseos. De aquí que tal liberación del deseo se solape con un hedonismo fundamental, vale decir, que toda relación que el sujeto pueda establecer (ya se trate de una cosa, otro hombre o de sí mismo) será pensada bajo la matriz del placer: todas las cosas y todos los hombres son objetos para un sujeto que sólo puede apreciar en ellas un conjunto de propiedades que valen sólo en la medida en que pueden colmar un vacío que espera ser llenado. Así, un vínculo exitoso entre un sujeto y su objeto es aquel que logra repartir el placer resultante entre los sujetos involucrados. En otros términos, si el otro es un substrato de propiedades objetivas cuyo valor depende de la cantidad de placer capaz de producir, entonces, todos los hombres son comparables entre sí a fin de hacer posible un buen intercambio. Para el autor, la sexualidad desinhibida de la sociedad liberal es el ejemplo paradigmático de los vínculos comerciales entre los hombres en la medida en que en ella se pone a la luz el placer como fin último. Y sin embargo, el placer no parece cumplir con la promesa cifrada en su búsqueda. Por el contrario, una insatisfacción incesante acompaña al placer, que, en los hechos, se expresa como una persecución del aumento de placer. Dicho de otra manera, el placer conduce al aumento de placer en tanto que, correlativamente, se deshumanizan los medios del placer. Cuanto más se libera el sujeto más se objetivan sus medios en una espiral que culmina con fuerza de necesidad en el sadismo y la soledad, es decir, el placer aísla y nunca deja de ser cierto que el sádico está rigurosamente solo. Estas dos notas aunque mutuamente implicadas son los caracteres antitéticos que definen a sus personajes (piénsese en Michel y Bruno Djerzinski de Las partículas elementales) pero que se reconocen productos de una misma matriz antropológica. Así las cosas, la humanidad no merece ser conservada. Las diferentes «soluciones» ensayadas por el autor se ordenan alrededor de un denominador común: para poder seguir siendo debemos renunciar a ser siempre sujetos. Tenemos la libertad para renunciar a ella, para entregarla como ofrenda a un otro que ya no sea objeto; renuncia que no sólo salva sino que nos hace felices sin quererlo. En una palabra, sólo el amor puede salvarnos y resulta que para amar sólo podemos ser objetos.