IPEHCS   26259
INSTITUTO PATAGONICO DE ESTUDIOS DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Estética de la belleza e invención de la Modernidad: una lectura en ambos sentidos desde Guerrero
Autor/es:
DANIEL OMAR SCHECK
Lugar:
Mar del Plata
Reunión:
Congreso; XIX Congreso Nacional de Filosofía; 2019
Institución organizadora:
Organizado por la Asociación Filosófica Argentina (AFRA) y la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP).
Resumen:
La propuesta de Luis Juan Guerrero, en ¿Qué es la belleza? (1954), es la de una estética entendida como teoría de la belleza, antes que como una teoría del arte. La pregunta por la belleza es más sustancial para una estética que la pregunta por el arte. Entre otras razones, porque la obra de arte recién pudo incorporar a la belleza como parte integral de su significado en la modernidad. De hecho, durante siglos la reflexión sobre el arte estuvo escindida de una meditación sobre la belleza. Recién en algunos autores renacentistas se evidencia cierta pretensión de unir la obra artística, hasta ese momento un mero ?artefacto? instrumental diseñado para aludir a ciertos atributos divinos, con la belleza, como un valor último y propio de la creación artística -aunque esto último sólo de consigue plenamente en el siglo XVIII-. La modernidad le asigna a las obras de arte una finalidad propia, y con eso hace estallar el ideal griego de belleza, disgrega su unicidad y desacredita su valor contemplativo. La finalidad del arte deja de ser ?trascendente? para transformarse en ?inmanente?. Esa finalidad inmanente, como valor y destino último de la obra de arte, no es otra cosa que la propia belleza. Nace así la noción de belleza como ?estilo operativo?, que introduce a esta idea en ?la pluralidad, particularidad y relatividad de las producciones humanas, según las modalidades de los individuos, las escuelas y las épocas? (Guerrero 2016, 58).La ruptura con el ideal griego de belleza, o más bien greco-cristiano, implica un cese al divorcio entre el arte y la belleza en el marco del nuevo ideal estético del clasicismo moderno. Un ?acuerdo de partes? que vuelve a romperse hacia mediados del siglo XIX, y se mantiene hasta la actualidad, pero ese nuevo divorcio ya no es central a los fines de este escrito. Lo que resulta medular es que, en el marco del clasicismo moderno tal como lo entiende Guerrero, si algo es una obra de arte, entonces es constitutivamente bella. La belleza es lo que las define, es algo fundamental, y en eso reside uno de los rasgos revolucionarios de la modernidad. Ese rasgo, a su vez, lejos de ser meramente accidental en el contexto socio-cultural moderno, es también constitutivo y revelador del mundo en que se despliega: ?¿Cuál es el mundo que pretende exponer el Clasicismo moderno? ¿Qué horizonte histórico nos abre la noción clásica de belleza?? (Ibídem, 72). Esas son las preguntas que realmente le interesan plantear a Guerrero. En el presente trabajo pretendo dar cuenta de alguna de las respuestas que ofrece el autor, sólo para abrir nuevos interrogantes. Uno en particular, que puede resultar ciertamente perturbador, es si la Estética de la belleza es fruto de la modernidad o si, en rigor y al contrario, esa Estética es uno de los pilares sobre los que se erigió ese mundo.