IPEHCS   26259
INSTITUTO PATAGONICO DE ESTUDIOS DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Educar: un oficio entre dos orillas. Estelas de Freud y Arendt
Autor/es:
LAUTARO STEIMBREGER
Lugar:
Cipolletti
Reunión:
Encuentro; XII Encuentro de Cátedras de Pedagogía. ?En torno a la pedagogía y lo pedagógico. Herencias y novedades en la contemporaneidad?; 2019
Institución organizadora:
Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional del Comahue
Resumen:
A partir de algunas ideas clásicas, producidas en contextos y campos disciplinares diferentes, nos proponemos brindar una serie de imágenes y reflexiones que nos permitan aproximar sentidos y elaborar nuevos interrogantes sobre lo que implica el oficio de educar. Sigmund Freud y Hannah Arendt, dos grandes figuras del pensamiento occidental, si bien no se abocaron principalmente a escribir sobre asuntos educativos, bien sabemos que sus plumas no eludieron este campo, y -más aún- dejaron memorables rastros o estelas que al día de hoy siguen impulsando desarrollos en pedagogía. Uno desde el psicoanálisis, otra desde la filosofía y la política, ofrecieron lecturas sobre el estado de la educación en sus épocas y sobre lo que esta es o debería ser según sus perspectivas.Aquí nos proponemos avanzar, no tanto en la dirección del ser de la educación (¿qué es la educación?), sino más bien en dirección a repensar y esbozar sus sentidos y desafíos: ¿qué ocurre en las situaciones que denominamos ?educativas??, ¿qué desafíos plantea esta tarea a quien oficia de educador o educadora?, ¿qué sentido atribuimos a este oficio milenario?El desafío de UlisesPara desandar estos interrogantes nos valdremos de una peculiar escena que nos ofrece Homero (1946) en el Canto XII de La Odisea. Allí, el aedo griego cuenta un episodio de la travesía de Ulises en el cual, habiendo dejado atrás la isla de las sirenas, debe navegar con su tripulación por un canal con altos riscos a los lados. La dificultad radicaba en que el canal era estrecho y en sus orillas habitaban dos monstruos marinos: de un lado estaba Escila, una criatura con doce patas y seis cabezas, con las que devoraba a los marineros que osaban pasar frente a ella; del otro lado, la divina Caribdis, que formaba enormes remolinos y turbulencias al succionar el agua y devolverla a la superficie. No había forma de atravesar el estrecho sin pasar por una de estas dos implacables amenazas. Siguiendo el consejo de la diosa Circe, Ulises decide pasar cerca de la orilla de Escila, la cual le arrebata seis marineros, pero evita así que la nave y la tripulación completa sean devoradas por Caribdis. Este fragmento de La Odisea ha sido utilizado metafóricamente para calificar situaciones problemáticas donde se hace difícil elegir entre dos opciones porque ambas implican un peligro, una pérdida o algún tipo de perjuicio. De este modo, estar entre Escila y Caribdis siempre implica un dilema, porque, dada la estrechez del canal, si nos alejamos de una orilla indefectiblemente nos acercamos a la otra, y viceversa. La travesía implica, entonces, una decisión, acompañada de una gran responsabilidad por las vidas a bordo de la embarcación, y cierta habilidad para navegar las correntosas aguas del cauce. A continuación, iremos tras las estelas que dejaron Freud y Arendt en sus intentos por dar respuesta a algunos problemas vinculados con la educación.Estela freudiana: entre la permisión y la denegación.En una conferencia impartida en 1933, Freud acude a esta escena homérica para referirse a la aplicación del psicoanálisis en la pedagogía. La tarea de educar las generaciones futuras, plantea por sí misma dificultades y desafíos:(?) la dificultad de la infancia reside en que el niño debe apropiarse en breve lapso de los resultados de un desarrollo cultural que se extendió a lo largo de milenios: el dominio sobre las pulsiones y la adaptación social, al menos los primeros esbozos de ambos. Mediante su propio desarrollo sólo puede lograr una parte de ese cambio; mucho debe serle impuesto por la educación. (Freud, 1991: 136)El gobierno de lo pulsional -que es la base de la vida en sociedad y de la perdurabilidad de las culturas- se aprende, y va contrapelo de la libertad de seguir los propios impulsos. Ante este panorama, las personas adultas se ven en la exigente labor de enseñar a los cachorros humanos a domeñar la actividad pulsional. Esto implica, necesariamente, imponer barreras, marcar limitaciones, cerrar caminos posibles a niños y niñas. Freud (1991: 136) lo dice sin rodeos: ?la educación tiene que inhibir, prohibir, sofocar, y en efecto es lo que en todas las épocas ha procurado hacer abundantemente?. El problema es que el exceso de inhibición y denegación es, según el psicoanálisis, un camino llano hacia la neurosis. Una educación que se reduce al ?no?, más que facilitar u orientar un desarrollo saludable para el sujeto, lo empuja al terreno del perjuicio y ?eventualmente? la patología. De este modo, el desafío de las y los educadores se asemeja al que tuvo que enfrentar Ulises en el Canto XII de La Odisea:(?) la educación tiene que buscar su senda entre la Escila de la permisión y la Caribdis de la denegación {frustración}. Si esa tarea no es del todo insoluble, será preciso descubrir para la educación un optimum en que consiga lo más posible y perjudique lo menos. Por eso se tratará de decidir cuánto se puede prohibir, en qué épocas y con qué medios. (Freud, 1991: 138)Ese optimum pedagógico puede funcionar como faro para la acción educativa, aun cuando se nos presente difuso y variable con la época. Se trata de una decisión que la o el educador debe tomar frente a las nuevas generaciones, y que ineludiblemente conlleva efectos sobre las vidas singulares de niños y niñas. De las ?difíciles tareas? que propone Freud (1991) para hallar ese optimum, dos resultan de cabal importancia para avanzar con el presente desarrollo: ?dispensarle [al niño o niña] la medida correcta de amor y al mismo tiempo mantener una cuota eficaz de autoridad? (p. 138). Introducimos así, dos grandes y esquivos significantes que inquietan a la pedagogía: amor y autoridad.Estela arendtiana: entre el pasado y el futuro.En 1958, Hannah Arendt escribe un ensayo titulado La crisis en la educación, donde analiza el sistema educativo estadounidense y diagnostica su frágil estado. Tal crisis se vincula con los peligros que trae aparejado el evidente declive de las normas elementales que atraviesa todo el sistema escolar. Y, si bien esta obra pone el foco en la educación, la autora se corre deliberadamente de las discusiones pedagógicas para ofrecer una mirada eminentemente política de la misma. Pues, según Arendt (1996: 186), ?la esencia de la educación es la natalidad, el hecho de que en el mundo hayan nacido seres humanos?. Este corrimiento de eje nos pone de cara a una tensión de orden generacional que trasciende lo pedagógico, aunque lo implique: una continua tensión entre lo viejo y lo nuevo, entre las personas adultas y las jóvenes, entre lo conocido del pasado y la imprevisibilidad del futuro, y en definitiva entre la conservación del mundo y su destrucción. Aquí, mundo, es lo común, aquello que la generación adulta ha edificado y comparte como valioso y digno. De hecho, para la autora, la educación es primordialmente conservadora, en el sentido de que tiende a la conservación, preservación o protección del mundo. Quienes educamos transmitimos a las nuevas generaciones lo que creemos es genuino, valioso, importante. Arendt concluye su ensayo con estas célebres palabras:La educación es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable. También mediante la educación decidimos si amamos a nuestros hijos lo bastante como para no arrojarlos de nuestro mundo y librarlos a sus propios recursos, ni quitarles de las manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos, lo bastante como para prepararlos con tiempo para la tarea de renovar un mundo común. (Arendt, 1996: 208)Vemos aquí que se nos plantea de nuevo el desafío de Ulises: la o el educador tendrá que tomar una decisión, y por ende asumir una responsabilidad, para lograr impartir una cuota de amor tanto a las nuevas generaciones como a las viajas que nos legaron el mundo. Amar el pasado tanto como el futuro. Lo que está en el centro del pensamiento arendtiano es la actitud que tenemos hacia la natalidad: si libramos a las y los nuevos a sus antojos, acabarán por destruir nuestro mundo, y si nos proponemos preservar el mundo con excesivo recelo, expulsaremos de este a las y los recién nacidos, y con ellos la posibilidad de la novedad y la renovación. El gran desafío es, entonces, impedir la destrucción del mundo (el pasado), y a la vez, impedir la expulsión de las nuevas generaciones (el futuro). El amor y la responsabilidad por las y los nuevos se manifiestan con un prudente dejar ser o dejar hacer, y el amor y la responsabilidad por el mundo se expresan asumiendo una posición de autoridad que refrene sus impulsos destructivos. ¿Acaso este planteo no nos devuelve a la estela freudiana: entre la permisión y la denegación? REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICASArendt, H. (1996). La crisis en la educación. En Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política (pp. 189-208). Barcelona: Península.Freud, S. (1991). 34ª conferencia. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones. Obras completas, Tomo XXII (pp. 126-145). Buenos Aires: Amorrortu.Homero (1946). La Odisea. Buenos Aires: José Ballesta Editor.