IADIZA   20886
INSTITUTO ARGENTINO DE INVESTIGACIONES DE LAS ZONAS ARIDAS
Unidad Ejecutora - UE
libros
Título:
Perspectivas del sistema agroalimentario regional
Autor/es:
SILVA COLOMER, JORGE; MUSSETA, PAULA; PEREZ, MARTÍN; HERNÁNDEZ, JUAN JESUS
Editorial:
INTA
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2019 p. 33
ISSN:
9789878333366
Resumen:
El concepto de sistema agroalimentario no es nuevo. Un sistema alimentario abarca todo el conjunto de actividades que desarrolla una sociedad para resolver sus necesidades de alimentación (Rodríguez, 2017). Ya desde mediados del siglo XX los estudios sobre la producción agrícola de alimentos y el consumo de los mismos comienza a ser entendida como un sistema unificado.En sus inicios, los estudios sobre sistemas agroalimentarios se enfocaban principalmente en el funcionamiento de las dos grandes esferas que lo componen: las estructuras agroproductivas por un lado, y los modelos prevalecientes de consumo, y en las relaciones lineales que se establecían entre ambos sectores. Dentro de las estructuras agroproductivas los análisis estaban centrados en el funcionamiento de las unidades productivas, las relaciones entre los distintos actores del sistema productivo y las articulaciones entre la producción primaria y sector de transformación. Por su parte, los estudios básicos del consumo se enfocaban principalmente entre los regímenes alimentarios y patrones de consumo y de cómo estos cambiaban según las variaciones del ingreso per cápita (CEPAL, 1988). A partir de los cambios globales ocurridos en las últimas décadas, el concepto de sistema agroalimentario se ha vuelto aún más complejo. Ante los procesos de urbanización, cambio climático, degradación de recursos naturales, persistencia del hambre y de la mal nutrición, el concepto de sistema agroalimentario ha dejado de ser solamente una forma de explicar la relación económica entre producción y consumo. Comienzan a ser incorporados otras dimensiones que habían sido dejadas de lado en los estudios iniciales. El sistema agroalimentario ahora incluye el medio ambiente, actores públicos y privados, insumos, procesos, tecnologías, infraestructuras, mercado laboral e instituciones relacionadas con la producción, elaboración, desperdicio, distribución y comercialización de alimentos. Por el lado del consumo, se incluyen dimensiones tales como la calidad e inocuidad, el acceso económico (asequibilidad), la disponibilidad y acceso físico (cercanía), hábitos culturales, así como también la promoción, publicidad e información recibida sobre los alimentos y sus cualidades (HLPE, 2017; FAO, 2019). Paulatinamente, la definición de sistema agroalimentario incorporará nuevas miradas que aportarán mayor profundidad en la comprensión de su funcionamiento. El foco ya no estará puesto sólo en las formas en que se producen y los patrones de consumo de los alimentos, sino que además adquirirán importancia las relaciones socioeconómicas involucradas en ese proceso, tales como la comercialización, procesamiento industrial y distribución final de alimentos, entre otros (Teubal y Rodríguez, 2001).Pero más allá de sus componentes internos, lo cierto es que el funcionamiento de los sistemas agroalimentarios depende de una compleja red de factores multidimensionales y multiescalares donde intervienen tanto políticas macroeconómicas globales como así también políticas de escala nacional y provincial, muchas de las cuales desarrollan acciones sectoriales desarticuladas y con limitados puntos de contacto entre sí. Actualmente algunas iniciativas encuentran en el concepto de sistema agroalimentario una oportunidad para considerar la relación entre producción y consumo de alimentos no sólo como un conjunto de elementos y actores, sino como un enfoque o marco de referencia para la construcción de políticas públicas más integrales, que justamente, permitan una interacción más fluida entre políticas sectoriales: agrícolas, alimentarias, ambientales, gestión del conocimiento y la innovación, etc., con el fin de asegurar la seguridad alimentaria y nutricional de la población (Rodríguez, 2017; ONU 2019). La preocupación por el presente y futuro de la alimentación mundial ocupa un lugar privilegiado en las más importantes agendas internacionales. En este sentido, destacamos a continuación tres aproximaciones basadas en los sistemas agroalimentarios como marco de referencia para el diseño de políticas públicas.En primer lugar, destacamos las políticas orientadas hacia la sostenibilidad planetaria. la Agenda 2030 de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, elaborada en el marco de la Conferencia de Río de Janeiro del año 2012 tiene como aspiración el diseño de políticas orientadas al logro de una vida digna para la población, seguida en orden de importancia por las aspiraciones de una economía competitiva y sostenible, de seguridad y viabilidad del planeta y de sociedades más justas e inclusivas (Rodriguez, 2017; Giobellina y Perez, 2019). Esta agenda toma a la alimentación como uno de sus pilares y, al menos 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados en ella se relacionan directamente con esta temática (HLPE, 2017; ONU, 2019; Rodríguez, 2017). El foco entonces se coloca en el diseño de las políticas públicas necesarias para la transformación de los sistemas alimentarios hacia pautas de producción y consumo diversificadas, hacia la sostenibilidad ambiental y hacia nuevas estrategias de gobernanza.Otro ejemplo es el de las políticas orientadas a garantizar niveles crecientes de seguridad alimentaria y nutricional, donde además de la disponibilidad de alimentos, también se ponen en la agenda el acceso y las características de los mismos. El enfoque de sistemas agroalimentarios funciona como punto apalancamiento para la promoción de dietas sostenibles, con bajo impacto ambiental que contribuyen a una vida saludable para las generaciones presentes y futuras. Las dietas sostenibles son aquellas que protegen y respetan la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, accesibles, económicamente justas y asequibles; nutricionalmente adecuadas, seguras y saludables; mientras se optimizan los recursos naturales y humanos (FAO 2017; ONU 2019).Por su parte, los enfoques de sistemas agroalimentarios regionales son un insumo para la generación de políticas de gestión territorial orientadas aumentar y fortalecer la articulación urbano-rural. En un mundo cada vez más urbanizado, la producción agrícola de alimentos es un fenómeno que no sólo se localiza en áreas rurales alejadas de las ciudades. En realidad, esa producción ocurre cada vez con mayor magnitud en cercanías a las ciudades, donde los ámbitos urbanos y las áreas rurales circundantes tienen cada día mayor grado de interdependencia económica, social y ambiental (Tacoli & Agergaard, 2017), y en términos de gestión territorial no pueden ser abordados el uno separado del otro. El sistema agroalimentario conecta las comunidades rurales y urbanas, donde las ciudades y los sistemas urbanos de suministro agroalimentario de proximidad juegan un papel fundamental donde el uso de la tierra, la cultura e identidad alimentaria local, las formas de producción, la gestión medioambiental, el transporte y distribución, la comercialización, el consumo y gestión de las aguas, son temas clave que conciernen tanto a las zonas urbanas como a las zonas rurales.