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el contexto más inmediato para pensar las políticas indigenistas en nuestro país está marcado por al menos tres momentos: la democratización de los ochenta, el neoliberalismo de los noventa y el proceso político inaugurado en el 2003 estructurado en torno a la idea de superación del modelo neoliberal. En este marco, si bien existe consenso en torno a las posibilidades que se abrieron desde la reapertura democrática en términos de reconocimiento de derechos indígenas, lo que se viene poniendo en discusión es el carácter no lineal entre la promulgación de un derecho y su materialización, en tanto nuestra contemporaneidad se configura a partir de una singular articulación entre elementos novedosos y sedimentaciones históricas. De lo que se trata es de tener en cuenta el terreno político y cultural sobre el que se articularon las políticas indigenistas desde la redemocratización hasta el neoliberalismo para, desde allí, poder avanzar en una lectura sobre el tiempo presente que vaya más allá de interpretaciones que asumen que las políticas expresan el pleno reconocimiento de demandas indígenas, pero también de aquellas que señalan la dominancia de una racionalidad estatal que hace de esas demandas un mero medio de legitimación de intereses ajenos a ellas. Intentando ir más allá de estas interpretaciones, me propongo delinear un análisis sobre las políticas indigenistas en el contexto del proceso político que, desde su advenimiento en 2003, se estructuró en torno a una idea de justicia y ampliación de derechos. Mi punto de partida y referencia empírica será el conflicto que se inició con el reclamo de la Comunidad Qom Potae Napocna Navogoh de la provincia de Formosa en noviembre de 2010. Partiendo de la observación atenta de este caso, busco avanzar en un análisis político del problema de la justicia recorriendo un doble camino: por un lado, mostrando los sentidos de la justicia que disputan diversos actores y las operaciones de exclusión que se ponen en escena; por otro lado, ofreciendo una reflexión sobre la justicia que dé cuenta de su estatus en la posibilidad de la vida social. En este sentido, buscaré mostrar cómo las demandas canalizadas a través de la figura de Félix Díaz permiten dar cuenta de la justicia como exceso y el modo en que ese exceso abre la posibilidad del sujeto político mismo.