CIECS   20730
CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS SOBRE CULTURA Y SOCIEDAD
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Devoción y paisanaje en Córdoba del Tucumán (1573-1810)
Autor/es:
ANA MARÍA MARTÍNEZ DE SÁNCHEZ
Libro:
Devoción, paisanaje e identidad. Las cofradías y congregaciones de naturales en España y America, siglos XVI-XIX
Editorial:
Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco
Referencias:
Lugar: Bilbao; Año: 2012;
Resumen:
Córdoba del Tucumán, mostró desde sus comienzos una asidua actividad piadosa, basada en la devoción a los principales misterios del catolicismo, como el Santísimo Sacramento, y en el fervor mariano. El estudio de las devociones en el ámbito público y privado, permite conocer de qué modo se mostraron en ellas los orígenes regionales de los individuos que las practicaron. En la organización de cofradías esto sucedió cuando las circunstancias alentaron su formación, identificándose con alguna devoción local que actuaba de elemento aglutinador y reafirmaba la pertenencia. Las investigaciones que hemos realizado han demostrado que, de las treinta y tres cofradías que existieron en la ciudad de Córdoba del Tucumán en el período colonial , ninguna evidenció una adscripción especial a un grupo regional peninsular, lo que sí sucedió en otros espacios americanos, como con los vasco-navarros en las cofradías de Nuestra Señora de Aránzazu de México y Lima, o con los riojanos en la de Valvanera de México, Lima y Coamo (Puerto Rico), donde la decisión de asociarse partió de ellos mismos. En el caso cordobés, las hermandades y cofradías agruparon a personas de diferente origen peninsular, reuniéndose en torno a misterios o dogmas universales de la Iglesia y a otras devociones como las Ánimas del Purgatorio o la Virgen María. En todas esas cofradías participaron españoles peninsulares junto a americanos provenientes de otros lugares del Nuevo Mundo. Cabe destacar que en algunas cofradías compartieron las actividades personas de diferentes etnias, como sucedió en la de San Benito de Palermo que, aunque identificada como una cofradía de gente de color, participaron también blancos peninsulares y criollos. En el espacio de la vida privada se hallan algunos indicios más concretos que conectan el origen familiar con una devoción local. Las personas que tuvieron en su casa una imagen, un lienzo o libritos piadosos y novenarios referidos a una devoción particular, como Nuestra Señora de Atocha o de África, o Santiago Apóstol, respondían a un sentimiento propio que les colocaba, de alguna manera, más cerca de su lugar de nacimiento. Eran elementos religiosos particulares, muchas veces heredados, que los conservaban como el símbolo que había identificado a sus ancestros y, por transferencia, a ellos mismos. Es por lo tanto evidente que, más allá de que las cofradías hayan sido espacios de socialización efectiva, generalmente entre pares y paisanos, no se apeló en la ciudad cordobesa a la estrategia de utilizar la devoción peculiar de una región para atraerlos y aunarlos públicamente en torno a un emblema religioso común.