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Hace más de medio siglo, en la revista semanal Hora Cero, era publicada por primera vez El Eternauta, reconocida como una de las mejores historietas de ciencia ficción de la literatura argentina. El relato es acerca de una invasión extraterrestre en la ciudad de Buenos Aires. El enemigo es muy poderoso y utiliza la organización, la información y la tecnología para invadir civilizaciones menos dotadas para la conquista y la destrucción. Frente al desastre inminente, los habitantes de la gran ciudad responden con solidaridad y valentía, además de tener una capacidad inventiva que los ayudará a luchar y sobrevivir en condiciones desiguales. Para perfilar este trabajo, he partido postulando que el problema central y, a su vez, impulso central de la narración- de El Eternauta, es una continua lucha de los hombres sobrevivientes por definir un modo de lucha y de comprensión de la naturaleza del invasor, lo cual se tornará la única vía posible para prever y contrarrestar sus ataques. Así pues, el arma más letal para el ser humano no es el enemigo en sí, sino la ignorancia e incapacidad de conocer sus propósitos y objetivos. Y sólo con un habitus ajustado a esa necesidad cognoscitiva, se podrá delinear una estrategia de acción coherente con el objetivo último de sobrevivir. Por eso, me propuse describir y comprender ciertas propiedades o aspectos de lo que Pierre Bourdieu llama el espacio social externo y el espacio social interno de la historia que es, en definitiva, un mundo social construido. En particular, indagué las disputas entre los seres humanos sobrevivientes para definir qué tipo de capital conocimiento será la guía o la base de estrategias tendientes a derrotar a los invasores extraterrestres. En este sentido, Oesterheld deja un mensaje claro acerca de cuál es el tipo de producción intelectual que debe primar para escapar de una fatalidad colectiva: sufrir ignorancia mientras luchamos ante una realidad avasallante.