ISES   20394
INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Al ritmo del sol, bajo la tutela de los ancestros. Performance ritual en la peña del medio durante el tardío-inca, Paicuqui (Antofagasta de la Sierra, Pcia. de Catamarca)
Autor/es:
PONCE, AGUSTINA; COHEN, MARÍA LORENA; PUENTE VERÓNICA
Lugar:
Córdoba
Reunión:
Congreso; XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina; 2019
Resumen:
La reproducción social de las comunidades que habitaron distintos sectores de la microrregión de Antofagasta de la Sierra involucró, al menos para el primer y segundo milenio de la era, el mantenimiento de lazos a nivel de un territorio social que excedía sus límites fisiográficos, a través del acceso a distintos tipos de recursos y materiales que apoyaron el sustrato de dichas interacciones (Aschero 2000). En la primera mitad del segundo milenio, ciertas cumbres de la región se transforman en nuevos escenarios protagónicos de prácticas rituales de culto a los ancestros y otras deidades tutelares. Estos espacios sacralizados estaban vinculados a prácticas de interacción social a distintas escalas y, a través de ellos y de las prácticas rituales que allí se desarrollaron, se legitimaron lazos de solidaridad y relaciones de poder intra e intercomunitaria (Cohen 2014). En la localidad de Paicuqui, en la intersección de los ríos Curuto y Punilla se encuentra la Peña del Medio, tal como la llaman los lugareños. Los primeros resultados en el análisis de paisaje demostraron que la organización espacial dejaba ver dos conjuntos claros: en la cumbre y en la base. En el sector bajo, y próximo al acceso a la cumbre, se definieron seis recintos de paredes de pirca con una circulación pautada y numerosos morteros fijos (Figura 1). Muchos de los hallazgos asociados -cerámica, microrrestos botánicos, valva de molusco- corresponden a bienes procedentes de otras regiones, entre ellas los valles Calchaquíes, el ecotono transicional Yungas-Parque chaqueño, el salar de Antofalla y la costa del Pacífico (Cohen et al. 2018). En tanto, la cumbre consiste en un espacio de difícil acceso que está conformado por un recinto circular centralmente dispuesto con dos menhires como parte del muro y un vano de entrada, además de 12 estructuras sobre el filo denominadas ?balcones?, entre otros elementos arquitectónicos (Figura 2). Al considerar el emplazamiento de la peña, la posición de la estructura circular de la cima, la visibilidad del entorno circundante, la comprobada relación entre marcas arquitectónicas y el movimiento solar (como el solsticio de invierno), postulamos que la cumbre tuvo un sentido ritual vinculado a las nociones aymaras de centralidad o Taypi y de encuentro o Tinku. Este lugar, como tal, constituyó un centro de confluencia y de encuentro entre agentes sociales de diversa naturaleza: gente, deidades tutelares y objetos (Cohen y Ponce 2016; Ponce y Cohen 2018a y 2008b; Cohen et al. 2018).En base a lo anterior, nos proponemos analizar a esta peña como escenario y agente de performance rituales. Integramos a la información disponible nuevos datos obtenidos de estudios arquitectónicos, cerámicos y de microrestos que articulamos con datos brindados por crónicas andinas. La performance entendida en términos de Schechner (2000, en Bianciotti y Ortecho 2013) es un proceso repetitivo, sin espontaneidad, que implica la reiteración de guiones socioculturales regidos por normas. Siguiendo a este autor, la performance, en su carácter realizativo, lleva a hacer e implica escenificación y materiales, además representa y legitima un orden de las cosas. Consideramos que la selección de la cumbre de la Peña del Medio para la performance ritual implicó una base de conocimientos y prácticas que tuvieron recurrencia por años, las que fueron afinando gradualmente los movimientos, las posiciones y las interacciones entre sus participantes, para incorporar más tarde marcadores espaciales a través de la arquitectura, definiendo una estructura escenográfica especialmente destinada y fundida con estas prácticas.Las observaciones de los movimientos solares mediante la marcación por ejemplo, de la posición angular de la salida del astro en el solsticio de invierno y la posibilidad de acceder visualmente a ciertos elementos del entorno como los caminos, las quebradas desde donde bajan los ríos, los cerros y el punto de unión de los cursos de agua, determinaron la selección de esa cima. La misma se conformó como un espacio altamente significativo y las formas naturales condicionaron los recorridos y posiciones que permitieron el acceso visual y la intersección en el espacio-tiempo de tales elementos. Consideramos que estos aspectos fueron puntales para iniciar un modelado escenográfico de las representaciones rituales en el espacio y pautaron los movimientos a futuro, permitiendo su reproducción en el tiempo y garantizando la continuidad de estas prácticas y sus concepciones asociadas. Así, interpretamos que la arquitectura de la cumbre funcionó como una marcación o estrategia para fijar hechos pautados por la práctica y el conocimiento, a modo de refuerzo mnemotécnico, al tiempo que posibilitó el encuentro de las entidades intervinientes a través de su articulación. En este sentido, notamos roles performáticos y ubicaciones en torno a los balcones y al recinto central. Demostramos la íntima relación entre la disposición de elementos arquitectónicos con rasgos del relieve y con la trayectoria solar. De este modo, el papel de la arquitectura fue doble: marcó posiciones específicas para ciertos roles dentro de la performance y se constituyó a la vez como herramienta para la reproducción social a través del aprendizaje.La performance ritual también incluyó el arrojo hacia el abismo de recipientes de cerámica -que posiblemente provenían de los valles Calchaquíes (Puente et al. 2018)- desde los últimos balcones emplazados en los sectores Este y el Oeste de la cima. La práctica de romper vasijas se asocia a un ritual andino de pedir de lluvia (Ambrosetti 2005, Quiroga 1977), y por la modalidad que adquirió en esta peña, consideramos que además, refuerza el concepto de ?dualidad?, representado en este caso por la oposición cumbre-base y Este-Oeste. En síntesis, en este contexto participaron la arquitectura, gente, objetos, ancestros, sol, ríos, montañas (¿apus?) en uno o varios encuentros que permitieron la integración de entidades sociales humanas y no humanas sincronizadas en espacio y tiempo, en una performance ritual que favorecía un ordenamiento que legitimaba una cosmología estructurada en un calendario anual, en otras palabras, generaba garantías vitales y seguridad social.Siguiendo estos lineamientos, proponemos que Paicuqui constituyó para el Tardío- Inka un espacio de integración entre comunidades locales emplazadas en distintos sectores de la microrregión y con regiones alejadas. La presencia -simbólica o física- de los ancestros en la cumbre desde el periodo Tardío es reconocida a partir del tratamiento particular que recibió uno de los balcones, similar a lo registrado en la cumbre de otra peña de la microrregión (Cohen 2014). Los ancestros fueron agentes de cohesión social, integradores de vínculos a distintas escalas socioespaciales y, en este sentido actuaron como nexo y/o marcador de territorios a la vez que como representantes de aquellas relaciones (¿parentales?) que posibilitaron estos contextos de interacción social (Cohen 2014). En épocas incaicas, este espacio fue resignificado a través de un discurso ideológico que integró el culto a los ancestros pero bajo la primacía del culto solar: una performance ritual que seguía el ritmo del sol bajo la tutela de los ancestros. Esto implicó la celebración de rituales de encuentro entre gente local y de distintas regiones, y de ésta con sus deidades tutelares, funcionando como un mecanismo legitimador e integrador social.Garcilaso de la Vega (1985) menciona en su crónica la performance ritual del festejo del Inti Raymi. Este involucraba cierto posicionamiento y actitud del Inca en el ritual, del cual participaban tanto curacas y señores procedentes de distintos lugares del imperio, como vasallos y criados quienes recibían al sol en espacios diferentes de la elite. La preparación de la fiesta implicaba entre otras cosas, días de ayuno, elaboración y recibimiento de ofrendas de comida y bebida que serían ofrecidas al sol. En el caso de la Peña del Medio, creemos que esta preparación y pernocte previo pudo realizarse en los recintos de la base de la peña, y también en los balcones de la cima (Ponce y Cohen 2018a). Por ello, el despliegue performático se extiende a los movimientos y actividades que anteceden el ritual, como parte del ritual mismo, como una antesala de lo que ocurrirá en la cumbre.Finalmente, consideramos que este proceso no puede entenderse sin tomar en cuenta las trayectorias históricas que llevaron a modelar estas prácticas. En este sentido, creemos necesario pensar a la cumbre y base de la Peña del Medio en términos de memoria colectiva y viva, ya que en cada encuentro ritual se entrelazaron presente y pasado, a través de ciclos que precisaban actualizarse para dar inicio al nuevo año, cada solsticio de invierno. Así, durante estas fechas se recreaba este encuentro performático con la danza orbital del gran astro.