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Mientras que en las disciplinas sociales estamos acostumbrados a discutir críticamente la globalización, esto no ocurre tan frecuentemente en el ámbito de las ciencias naturales. En tanto la Arqueología incursiona con sus metodologías y saberes en ambos campos, hemos notado cómo se niega el aspecto político de la ciencia y sus consecuencias. Tras las ventajas de mayor comunicación y participación que la globalización imprimió en nuestras vidas académicas a veces sin dejarnos mucho margen a decidir si eso es lo que queríamos o no- los resultados no han sido siempre positivos o inocentes. En este caso concreto, discutiremos cómo se construye el conocimiento a partir de una terminología científica netamente anglosajona, y cómo la incursión de las periferias en las publicaciones globales son mediadas y hasta censuradas por quienes manejan dicho lenguaje como lengua madre. Se propone que si el inglés ha sido admitido por la práctica científica como la lengua franca de la misma, entonces, ya nos pertenece a todos y no hay custodios más autorizados que otros en la defensa de su purismo (al menos no en los términos en que se presenta en la actualidad).