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Más de la quinta parte de la superficie de Corrientes corresponde a paisajes con anegamiento o inundación periódica. Estas tierras anegables se usan para pastoreo, principalmente de ganado bovino y en menor proporción, cultivo de arroz en las cercanías de los ríos Paraná y Uruguay. La agricultura a pequeña escala y bajo cubierta ha crecido exponencialmente en las últimas dos décadas. Muchos humedales han sido modificados por la construcción de rutas y otros han sido secados para realizar urbanizaciones. Existen miles de lagunas pequeñas (de 1 a 500 ha) y de grandes lagos como los del sistema Iberá (de hasta 78 km2), configurándose dos escenarios de conflictos: en las lagunas pequeñas, se ha generado el crecimiento urbano sin criterios de planificación que contemplen los problemas que se generan en las fases críticas de máximo anegamiento y de extrema sequía. En los grandes lagos, las urbanizaciones son perimetrales, pequeñas y se desarrollan en función del turismo creciente. Sus efectos antrópicos son cualitativamente distintos y se manifiestan en el mediano y largo plazo. En el paisaje con lagunas pequeñas los efectos se manifiestan en el corto plazo, debido a que la relación perímetro-volumen es mucho mayor. Algunas de estas, comienzan con asentamientos precarios, ilegales, que luego son sustituidos por construcciones consolidadas. Los efectos más frecuentes son la contaminación con efluentes industriales, la eutrofización por ingreso de efluentes pluviales y domésticos ricos en nutrientes y los cambios en la cobertura de la vegetación acuática en aquellas destinados a balnearios. La gestión de estos espacios encuentra un escenario con muchos conflictos que requieren definiciones técnicas, políticas e importantes inversiones. En esta contribución se presenta la evolución de algunos casos a partir del monitoreo de los sistemas acuáticos, como aporte a la toma de decisiones.