IIGHI   05432
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES GEOHISTORICAS
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Cap. 5: Los orígenes de la nacionalidad: actores sociales y territorio. Reflexiones desde la antropología
Autor/es:
GUILLERMO LAMENZA; GABRIEL BALBARREY; MARIANO SANTINI; SUSANA A. SALCEDA; MARÍA CARLOTA SEMPÉ; HORACIO A. CALANDRA
Libro:
Patrimonio cultural y Tradición. El País Interior. Compilation Nº 2
Editorial:
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Universidad Nacional de Catamarca
Referencias:
Lugar: San Fernando del Valle de Catamarca; Año: 2012; p. 89 - 102
Resumen:
Si bien el presente trabajo está en relación con los tiempos de la revolu­ción de mayo, forzosamente, y a partir de nuestra formación disciplinaria, su contenido referirá con mayor detalle la situación y acción que los pue­blos originarios y otros actores sociales se encontraban protagonizando para entonces. La calidad y tratamiento de la información aquilatada, su juicio e interpretación particular y su propio significado didáctico, tienden a señalar de que manera los estudios antropológicos pueden vertebrarse en pos de dilucidar temas de contacto aun hoy poco analizados. Procuramos reconocer en su generalidad los orígenes, características y transformaciones de los grupos humanos autóctonos que, al tiempo de lo que se ha dado en llamar “vísperas de mayo”, conformaban un cuerpo social y unidades inteligibles. Sin duda el contacto hispano indígena gene­ró entre ellos nuevas formaciones sociales en las cuales la injerencia de fuerzas militares representó un factor determinante en el contraste entre europeos y aborígenes. La corona española estableció una política parti­cular en la organización de las empresas americanas que trascendió en la historia social hispanoamericana (Maeder 1999). Desde la colonización, ambas sociedades interactuaron de manera implíci­ta o explícita, como consecuencia, simplemente, de su coexistencia territo­rial, produciendo cambios significativos en sus estructuras en adecuación a una convivencia conflictiva que, aunque en desacuerdo, incorporaba po­líticas, estrategias sociales y económicas distintivas de cada una y que aún hoy perduran, aunque sólo en su esencia. Es así que a partir de ese primer contacto entre los pueblos originarios y la sociedad europea se estableció una neta influencia que estructuró una imagen estigmatizante de los pueblos indígenas (la construcción del con­cepto “indio” para encubrir la diversidad cultural de miles de etnias, es un claro ejemplo de esto). Hoy, a la luz de estudios genéticos de marcadores moleculares de ancestría, surge con claridad el mestizaje biológico como propio de ese proceso de interacciones étnicas que marcaron la consti­tución del Estado Nacional. Desde el ángulo que se mire, el territorio na­cional adquirió una nueva fisonomía étnica a partir del contacto hispano-indígena. La conquista pone también en escena, sobre todo en algunos lugares, a los esclavos negros. Con el paso del tiempo la sociedad colonial sufre procesos de inclusión social que bien ha señalado Gil Montero (2005:170) “Con el transcurso del tiempo, la sociedad colonial se hace mucho más compleja en términos étnicos y este mosaico se hereda con la indepen­dencia. Junto con la población, uno de los problemas heredados es el tri­buto indígena. Aunque algunos dirigentes lo consideran una pesada carga contraria a todo sentimiento de igualdad (pero con conciencia de su im­portancia para el erario), hasta la derrota de Huaqui todavía se habla de actualizar las listas de tributarios en los territorios controlados por el ejér­cito auxiliar…Sólo en septiembre de 1811 la Junta Provincial Gubernativa de Salta decreta la abolición del tributo en Jujuy, invitando a los indígenas a sumarse a los ejércitos.” Los sucesivos gobiernos nacionales fueron impregnando de particularida­des cada tiempo de gobierno. La propia “convivencia” territorial generó, no sólo un cambio del paisaje y percepción del mismo, sino también un “mestizaje” muy variado en su composición étnica que afectó tanto a los europeos, como a los propios grupos nativos americanos. Otro aspecto que refuerza la idea de “complementariedad” lo representa la utilización de ámbitos residenciales comunes, consumo de alimentos y bienes ergológi­cos como productos de intercambio cultural entre las comunidades urba­nas, campesinas y tribales. Producida la Revolución de Mayo se constituye un gobierno, embrión de lo que a fines del siglo XIX, se construirá como Estado Argentino1. El primer interés del mismo fue lograr el control de un vasto territorio en el cual se distinguen diver­sos actores, que aquí reunimos, pese a su diversidad, en tres grupos. En primer lugar el grupo independentista, con el poder político que le permitió gobernar y establecer el discurso hegemónico que llega a nuestros días como historia. Su meta, constituir una nueva entidad política que logre el reconoci­miento internacional de las naciones decimonónicas. En este marco de acción, las primeras medidas tomadas inician la consolidación del territorio y la incor­poración de los espacios geográficos inexplorados u ocupados por la población indígena originaria (Raffino y Bárcena 1999). Los documentos considerados califican como tempranos informes sobre relaciones interétnicas, tal el caso de aquellos producidos en 1810, uno con motivo de la expedición a las Salinas Grandes y otro acerca de la memoria de navegación del Tercero y otros ríos. Ambos realizados por Pedro Andrés García, claramente reflejan la necesidad de conocer el territorio y establecer la ubicación de diversas comunidades in­dígenas que con su presencia delimitan una frontera, un límite, para la acción territorial de los independentistas. En segundo lugar, el grupo español, que siguió considerando al territorio como colonial y dependiente de la metrópoli y que emerge del discurso documental como un actor del que hay que observar sus movimientos, sobre el cual el emisario gubernamental interroga a los grupos indígenas. En tercer lugar, los grupos originarios que marcan con su ocupación terri­torial las fronteras de la nueva entidad política. Respecto a ellos el gobier­no central, ubicado en Buenos Aires, realiza una serie de acercamientos, originando un sistema de relaciones interétnicas entre amigos y hostiles, que irán condicionando la consolidación de la nación en el siglo XIX. Se estructura así una concepción de frontera, donde la visión del desierto, del monte impenetrable o los territorios inexplorados coinciden con la mayor o menor interacción entre el indio y el criollo. Frontera en la que inicialmente importó la relación del indio como amigo del gobierno o de los españoles, lo que inserta a las relaciones interétnicas en un marco estructural en la constitución del Estado nacional, donde la dinámica fronteriza fue funcio­nal para su consolidación posterior, a fines del siglo XIX.