INVESTIGADORES
CAMINO micaela
artículos
Título:
Disponibilidad de información para el diseño de planes de conservación en el Chaco semiárido argentino
Autor/es:
CAMINO MICAELA; CORTEZ SARA
Revista:
Revista Fronteras
Editorial:
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2010 vol. 09 p. 50 - 56
ISSN:
1667-3999
Resumen:
Dependemos de una gran variedad de bienes y servicios proveídos por la naturaleza (Blamford et al. 2002, Carreño et al. 2009). Los procesos ecosistémicos que resultan en un beneficio para los humanos se llaman servicios ambientales (Egoh et al. 2007, Carreño et al. 2009). Es probable que muchos procesos y funciones del ecosistema sean desconocidos para la sociedad, pues es muy difícil comprender el funcionamiento de un ecosistema en su totalidad (Pressey et al. 2007). Existen servicios ambientales que el humano aprovecha sin conocer su funcionamiento, valor o fragilidad (Blamford et al. 2002, De Fries et al. 2004, Carreño et al. 2009). Entre los servicios ambientales más importantes se encuentran: la regulación climática, de gases, de disturbios naturales, de enfermedades; la provisión y purificación de agua; el ciclado de nutrientes; la protección contra la erosión (e.g. eólica), manteniendo así la fertilidad de los suelos; la provisión de alimentos, materias primas y remedios; la eliminación de desechos, entre otros (Chardonnet et al. 2002, Foley et al. 2005, Egoh et al. 2007). Los bienes extraídos de la naturaleza son fácilmente cuantificables; pero es difícil dar un valor a los servicios ambientales y probablemente el coste de desaparición de los mismos no pueda ser resarcido (Pengue 2009). Además, los ecosistemas son sostén y parte de la biodiversidad; las especies nativas que habitan un ecosistema son propiedad y patrimonio de las sociedades humanas, su riqueza y diversidad genética son parte del patrimonio natural de países y regiones del mundo (Ojasti y Dallmeier 2000, Pengue 2009). Cada una cumple un rol específico en el ecosistema y contribuye a su integridad funcional. Durante el siglo veinte el número de personas y el nivel de consumo por persona aumentó significativamente en el mundo, esto provocó grandes cambios en los usos de la tierra (Sanderson et al. 2002a, De Fries et al. 2004, Foley et al. 2005). Las formas de uso de la tierra varían enormemente, dependiendo de las condiciones económicas y naturales del lugar; el patrón común de este cambio global es la extracción de recursos para cubrir necesidades humanas inmediatas, degradando las condiciones ambientales (Foley et al. 2005, Pengue 2009). Las consecuencias de esto se han demostrado en diferentes estudios, como ejemplo podemos hablar de cambios climáticos regionales, contaminación y degradación de suelos y de cuerpos y cursos de agua (incluyendo acuíferos); la pérdida de biodiversidad por pérdida, modificación y fragmentación de hábitats (Sanderson et al. 2002a Foley et al. 2005, Morello y Rodriguez 2009). En Argentina las consecuencias de la sobreexplotación de los recursos naturales y el desordenado uso de la tierra se observan en todos los ecosistemas, provocando una degradación ambiental que se ve acompañada por grandes problemas sociales (Buliubasich y Gonzalez 2009, Morello y Rodriguez 2009). El Chaco semiárido, parte de la ecorregión Chaco Seco, resulta altamente vulnerable y con prioridad de conservación a escala regional (Dinerstein et al. 1995). La degradación es acelerada; la explotación de recursos es de carácter meramente extractivo y utiliza técnicas inadecuadas para el ecosistema, esto lleva a que el modelo económico no resulte sustentable en el tiempo (Morello y Rodriguez 2009). Las prácticas y conocimientos locales son desaprovechados (Buliubasich y Gonzalez 2009, Pengue 2009). El Chaco semiárido es un paisaje dinámico que posee gran riqueza biológica y cultural (Dinerstein et al. 1995, TNC 2005, Buliubasich y Gonzalez 2009). Conviven especies endémicas o en peligro de extinción, como el quimilero (Catagonus wagneri) y el tatú carreta (Priodontes maximus), con diferentes culturas como wichí, toba o criolla (Buliubasich y Gonzalez 2009). Además, se observan en esta región procesos ecológicos únicos, como la interacción simpátrica de tres especies de pecaríes (Altrichter y Boaglio 2004). La superficie cubierta por áreas protegidas es insuficiente (Burkart et al. 2007) pero afortunadamente aun existen parches de diferentes ambientes en buen estado de conservación (TNC 2005, Morello y Rodriguez 2009). Es urgente una planificación territorial que regule los usos de la tierra y permita la conservación a largo plazo del ecosistema y su biodiversidad y que, a la vez, considere las necesidades de la gente (Morello y Rodriguez 2009, Sanderson et al. 2002b). Las planificaciones territoriales deben considerar la sustentabilidad en el tiempo de las actividades que se desarrollan en los diferentes ambientes del área de interés (De Fries et al. 2004, Sanderson et al. 2002b), para esto es necesario que el ecosistema y su biodiversidad no se deterioren y esto se logra estableciendo prioridades de conservación en el territorio, es decir que es necesario elaborar planes de conservación y uso sustentable de los recursos naturales (Groves et al. 2000, McDonald y Service 2006). Para que los mismos resulten exitosos debe identificar los elementos del paisaje importantes para la integridad funcional y la escala adecuada (Sanderson et al. 2002b) y los tipos de heterogeneidad que influyen directamente las partes de la naturaleza amenazada (op. cit.). Muchos estudios han investigado la manera apropiada de identificar estos factores, algunos autores se enfocan en los patrones de la biodiversidad e intentan conservar los sitios con mayor riqueza específica (Myers et al. 2000; McDonald y Service 2006). Otros enfatizan la conservación de servicios ecosistémicos (McDonald y Service 2006, Egoh et al. 2007) o bien la selección de sitios que aseguren la representación de especies, comunidades y procesos ecológicos (Groves et al. 2000). Otra manera de establecer planes de conservación y manejo de un paisaje es enfocando los esfuerzos en los requerimientos de una o varias especies seleccionadas (Lambeck et at. 1997, Sanderson et al. 2002, Coppolillo et al. 2004, Mc Donald y Service 2006). En el año 2002 Sanderson et al. elaboraron un método de conservación espacialmente explícito, basado en el concepto de especies paisaje. Estas especies poseen características tales como: funciones ecológicas importantes, grandes requerimientos de área y de diversidad de ambientes (Sanderson et al. 2002, Coppolillo et al. 2004). El método consiste en mapear sus requerimientos espaciales y, superponiéndolos a mapas de uso de la tierra, identificar los sitios en los cuales las actividades humanas afectan la integridad del ecosistema. De esta manera, se cubren los requerimientos espaciales de un grupo seleccionado de especies, que actúan como especies paisaje, y se protegen otras especies y la integridad del paisaje (Sanderson et al. 2002, Coppolillo et al. 2004). Este trabajo evaluamos el grado de disponibilidad de información suficiente para elaborar planes de conservación utilizando mamíferos grandes como especies paisaje en el Chaco semiárido. Los mamíferos grandes incluyen especies carismáticas que facilitan las campañas de conservación al ser utilizados como especies bandera (Lambeck 1997, McDonald y Service 2006, Schlegel y Rupfa 2010) y muchas especies cumplen los requisitos para ser especies paisaje (Sanderson et al 2002b, Coppolillo et al. 2004, McDonald y Service 2006). Al mismo tiempo utilizamos un método que permite detectar vacíos de información y establecer prioridades de investigación en la región.