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La vicuña, especie clave de los altos andes por su valor biológico y cultural, presenta un modelo potencial de uso sostenible, porque con buenas prácticas, puede integrar la conservación de la especie y su hábitat con el desarrollo local. Asociada a las culturas andinas desde hace unos 11000 años, estuvo al borde de la extinción a mediados del siglo pasado, hoy presenta varias poblaciones recuperadas gracias a la implementación de estrictas medidas de conservación, aceptadas y acatadas por las comunidades rurales. Actualmente es factible implementar planes de utilización de su valiosa fibra, a partir de la esquila de vicuñas vivas. Desde 1979 en el marco del Convenio para la Conservación y Manejo de la Vicuña, los países signatarios, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Ecuador, acordaron que la conservación de la vicuña constituye una alternativa de producción económica en beneficio del poblador andino y se comprometen a su aprovechamiento gradual bajo estricto control del Estado. Este objetivo, que debe estar regido política y ejecutivamente por la valoración ética de la conservación de la biodiversidad y el buen vivir del poblador andino, se enfrenta actualmente a diversos problemas de gestión y asimetrías político - económicas. Para sortearlos, es importante que los gobiernos de los países con vicuñas apoyen a las comunidades andinas en su derecho de usufructo, y que, mediante una Evaluación Ambiental Estratégica participativa, guíen un proceso de valoración de las consecuencias o impactos ambientales en la formulación de las decisiones estratégicas de proyectos y políticas de desarrollo en las áreas habitadas por la especie.

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