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En la primera mitad del siglo XX, Buenos Aires y Santiago vivieron un proceso de burocratización de la economía que se expresó con el crecimiento de los empleos administrativos, tanto en el sector privado como en el público. Los ?empleados de escritorio? u ?oficinistas? conformaron una mano de obra capacitada en técnicas comerciales adquiridas a partir de la escolaridad básica. Semejante especialización les permitió desplegar una identidad laboral que entró en tensión con la de los obreros.Este escrito se propone reflexionar sobre las marcas de género y clase que adquirieron los empleos administrativos. Se desplegarán dos hipótesis: la primera sostiene que, en ellos, se construyó una clara división genérica de las tareas que legitimó la subordinación femenina propia de los mercados laborales; la segunda postula la pertenencia de estas ocupaciones a las clases trabajadoras a partir de su condición asalariada. Así, se discute con dos tradiciones de investigación: por un lado, con los análisis de la Historia del Trabajo que desestimaron el análisis en profundidad de estos grupos ocupacionales por asimilarlos a las clases medias y, cuando los incorporaron a sus narrativas, ignoraron la perspectiva de género. Por otro lado, con los análisis de la sociología y que si bien prestaron mayor interés a los empleados desatendieron la perspectiva de género.

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