INVESTIGADORES
LEVIN Luciano Guillermo
artículos
Título:
Las preocupaciones por la relación Naturaleza-Cultura-Sociedad. Ideas y teorías en los siglos XIX y XX. Una primera aproximación.
Autor/es:
LEVIN, LUCIANO; GALAFASSI, GUIDO
Revista:
REVISTA THEOMAI
Editorial:
UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES
Referencias:
Lugar: BERNAL BUENOS AIRES; Año: 2001 vol. 1 p. 1 - 17
Resumen:
Una de las primeras consideraciones a tener en cuenta pasa obligatoriamente por detectar la concepción existente en relación a la similitud o diferencia entre naturaleza y cultura. Para esto será muy útil hacer una primera consideración a las posturas existentes en relación a las divisiones disciplinarias que tomaron por diversos caminos. Desde la postura positivista clásica que intenta con Comte darle status de ciencia a la sociología, tomando como modelo la física; hasta los intentos del historicismo alemán por diferenciar claramente las ciencias de la naturaleza de las ciencias del espíritu. Esta visión sobre la ciencia tiene su correlación directa con la concepción de naturaleza y cultura. Es sin dudas en el Renacimiento cuando se pusieron las bases de la ciencia natural contemporánea. Detectar regularidades en el curso de la naturaleza es precisamente el objetivo de este corpus cientìfico. Es a partir de estas regularidades que se podrá provocar o evitar a voluntad determinados efectos, es decir, que se podrá dominar, lo más previsiblemente posible, a la naturaleza. Es que a partir del Renacimiento, en esto que se denomina Modernidad, es cuando los hombres comenzaron a preguntarse por las causas intramundanas de la realidad (lo que ha de establecerse mediante la observación sensible) en lugar de seguir con el modelo medieval de reflexión sobre la finalidad ultraterrena de la vida, a la que se podía llegar a través de la tradición. Esta noción de uniformidad es justamente lo que permite formular leyes que servirán para ejercer un control efectivo sobre el mundo natural. "La posibilidad de unas leyes de naturaleza, y, por consiguiente, la del dominio de ésta, aparece en la nueva ciencia del Renacimiento en dependencia lógica de la presuposición de que el acontecer natural está sujeto a un regularidad" (Horkheimer, 1995:18-20). La reflexión y el intento de estudiar a la naturaleza y los seres humanos, las relaciones entre estos últimos, los valores espirituales y las estructuras de organización social que han creado, se pueden remontar por lo menos hasta los primeros registros escritos de los cuales se tiene noticia. Las reflexiones sobre la tierra, en tanto naturaleza habitable, han estado persistentemente presente en la historia del pensamiento occidental, preguntándose reiteradamente sobre como han influido las condiciones naturales sobre la cultura humana, y viceversa, como el hombre la ha cambiado a partir de su hipotética condición original (Glacken, 1996). Pero la forma particular de analizar a la naturaleza tal cual la concebimos hoy en día, y más especialmente el estudio de la sociedad bajo la forma de lo que se ha dado en llamar "ciencias sociales", son claramente emprendimientos modernos. Las raíces de las ciencias sociales se encuentran en los primeros intentos del siglo XVI por desarrollar un conocimiento secular (desvinculado de la explicación religiosa) sobre la realidad y que por sobre todo tenga algún tipo de validación empírica. La visión clásica de la ciencia, adoptada por las ciencias sociales desde su inicio, se asienta sobre la premisa del "dualismo cartesiano, la suposición de que existe una distinción fundamental entre la naturaleza y los humanos, entre la materia y la mente, entre el mundo físico y el mundo social/espiritual.", al decir de Wallerstein (1). Pero es sin duda en el siglo XIX donde se constituyen, tal cual hoy las conocemos, las distintas ciencias sociales además del concepto moderno de sociedad. Esto se da en un contexto claro de diferenciación de la gama diversa de las distintas disciplinas científicas en donde la ciencia por excelencia estaba constituida por la física (guiada por el conocimiento objetivo y exterior al sujeto), que fue colocada en un pedestal como ejemplo a imitar, contrastándola con la filosofía. Con la constitución del positivismo de la mano fundamental de Saint-Simon y Augusto Comte (1908), se construye definitivamente la ciencia social como rama independiente de la filosofía sobre la base de tener como modelo a la ciencia natural que desde hacia varios siglos llevaba la delantera en la tarea de encontrar explicaciones a los hechos de la realidad. La "física social o sociología" al seguir el mismo camino del conjunto de las "otras físicas" (celeste, mecánica, química y orgánica) llegaría indefectiblemente al estado positivo, punto culminante en la evolución de la humanidad. Así, el amplio campo del positivismo científico que predominó y aún predomina (aunque más no sea parcialmente a partir de la vigencia de algunos de sus principios rectores) en la mayoría de las ciencias, postula la idea de la unidad de la ciencia, es decir que las ciencias naturales y las sociales comparten un común fundamento lógico y quizás incluso metodológico. Esto no implica dejar de lado el dualismo entre mundo natural y mundo espiritual, al menos en algunas de sus manifestaciones, lo cual queda especialmente reflejado en la división disciplinaria en compartimentos estancos que predomina fuertemente el quehacer científico hasta nuestros días. Pero, es importante destacar que, de la mano del historicismo alemán, esta unidad metodológica en el estudio de la naturaleza y la cultura ha sufrido intensos cuestionamientos desde el ámbito de las ciencias sociales y humanidades donde varias de sus corrientes teóricas han desarrollado métodos y teorías propias del mundo de la cultura (excepto en el funcionalismo sociológico norteamericano, de fuerte base positivista en sus métodos). Este proceso ha reforzado la separación disciplinaria en el estudio de la realidad. De esta manera, naturaleza y cultura son cosas bien distintas que deben ser estudiadas por diferentes ciencias con diferentes metodologías. En cambio, en las ciencias naturales, esta idea de unidad de la ciencia y de sus métodos y de los principios rectores del mundo, sigue aún fuertemente vigente.