INVESTIGADORES
PLANTE Isabel
capítulos de libros
Título:
“Antonio Berni entre Buenos Aires y París: itinerarios de los años ‘60”
Autor/es:
ROBERTO AMIGO, SILVIA DOLINKO, ISABEL PLANTE, GUILLERMO FANTONI
Libro:
Berni: narrativas argentinas
Editorial:
Museo Nacional de Bellas Artes
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2010; p. 163 - 181
Resumen:
Berni y París en los años ’60: un artista célebre y engagé. París fue una constante con diversos matices en la larga trayectoria de Antonio Berni. Una beca de estudio le posibilitó una primera estadía francesa entre 1926 y 1930, cuando asistió a los talleres de Othon Friesz y André Lhote, conoció al grupo de los surrealistas y trabó una larga amistad con el poeta Louis Aragon. Años más tarde, un viaje en 1949 y aquél que incluyó la exposición individual en París de 1955 estuvieron signados por sus contactos con el círculo comunista. Y entre 1962 y 1971, Berni hizo varias exposiciones individuales en la capital francesa, participó en una serie de exhibiciones de lo que el crítico Gérald Gassiot-Talabot llamó Figuration Narrative, y logró una retrospectiva de su obra en el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris. En este sentido, si bien el vínculo con la escena francesa no era nuevo, durante los años ‘60 éste no sólo se intensificó sino que también alimentó un proceso de espectacularización mediática que tuvo el resultado paradójico de aplanar la imagen de Berni como ‘celebridad’ y, a la vez, generar nuevos pliegues de sentido entre su obra, su discurso y la recepción por parte de los medios de comunicación, el mercado de arte y el público. Esta tensión entre artista engagé y celebridad acompañó los constantes viajes de Berni a París y signó su nueva consagración durante los años ‘60. Poco después de ganar el Gran Premio de Grabado en la Bienal de Venecia de 1962, Berni afirmaba en una entrevista que París aún era el lugar de lo universal. En 1963 instaló un estudio en la calle cité Prost de capital francesa donde pasó buena parte de los años que siguieron. A partir de este momento su carrera adquirió una proyección internacional inédita, cuyo epicentro fue la capital francesa. A lo largo de la década, se multiplicaron tanto sus exposiciones individuales como su participación en exhibiciones de arte argentino y latinoamericano en Francia y los Estados Unidos. En cada reportaje, Berni afirmaba que su “segundo hogar” era París. Seguramente era allí, mejor que en ninguna otra parte, donde podía desplegarse como artista engagé, un proyecto que desarrollaba desde comienzos de los años ‘30 con obras-manifiesto como Manifestación o Desocupados o la creación de la Mutualidad popular de estudiantes y artistas plásticos en 1933. La capital francesa combinaba un mercado de arte atractivo con una tradición de intelectuales comprometidos y un partido comunista nutrido desde la posguerra. En efecto, desde fines de los años ’40 Berni no sólo viajaba a Francia, también participaba de las reuniones internacionales del PC y se integraba al círculo comunista francés más que ningún otro artista argentino. El ambiente político de los ‘60 estuvo signado por un profundo antiamericanismo que incluía el rechazo tanto de la política exterior de los Estados Unidos como de su modelo cultural. Y si bien el imperialismo se perfilaba como una categoría central para entender la historia nacional y muchas veces se asociaba a un sentimiento anti-europeo, en Europa también crecía una nueva ola de antiamericanismo que se hizo visible en la producción y los discursos de muchos de los artistas que trabajaban en París. De hecho, buena parte de los pintores con los cuales Berni compartió muestras en Francia y el mismo Gassiot-Talabot viajaron a Cuba y regresaron entusiasmados por lo que allí vieron y vivieron. Sin embargo, el premio veneciano de Berni y su posterior inserción en el medio artístico francés aparecieron en los periódicos argentinos aplanados por una mirada exitista que analogaba sin matices las exposiciones parisinas con la circulación de su obra por los Estados Unidos o la retrospectiva en el Instituto Torcuato Di Tella. Según la nota que Primera Plana publicó en abril de 1965, el artista rosarino no sólo había sido amigo de Giorgio de Chirico durante su primer estadía en París (aunque Berni nunca dijo haberlo conocido); también se había ubicado desde 1962 en la “vanguardia de la plástica internacional”, lo que hacía impostergable dedicarle una portada. Bajo la leyenda “La pintura argentina abre caminos”, la tapa de Primera Plana mostraba a Berni terminando uno de los monstruos tridimensionales de materiales de desecho que exhibió en las salas del ITDT ese año. Un apartado dedicado a las “tapitas revolucionarias” relataba cómo hacía para conseguir su materia prima: “Fui a un bar y le expliqué que mi hijo colecciona tapitas; me dijo que me comprendía, porque el suyo hace lo mismo, y me regaló unas cuantas”. Por esos años, mientras Berni (o su hijo) coleccionaba tapitas, él mismo formaba parte de los objetos coleccionables. El Álbum de caras famosas que la Pepsi Cola lanzó en 1964 incluía la figurita de Berni entre las de Gardel, Darwin, Freud y Kafka. A su vez, en la prensa no faltaron las menciones acerca de los precios que Berni alcanzaba en remates y galerías. Al año siguiente, la retrospectiva del artista en el ITDT fue la más convocante después de la exposición de grabados de Picasso. Si el premio veneciano constituyó un pivote en la carrera de Berni, su posterior inserción en el medio artístico francés apareció en los periódicos nacionales en términos de “triunfo en París”. Sin embargo, un estudio pormenorizado de la recepción de la obra de Berni complejiza esta imagen de éxito rotundo. Obsesionada por dar cuenta de los éxitos de la cultura argentina, la renovada prensa local de los años ‘60 tendió a desconocer tanto el perfil político de las exhibiciones parisinas que incluyeron obra de Berni como la repercusión efectiva que éstas tuvieron en Francia. El presente artículo rastrea las transformaciones de la obra de Berni en relación con su nueva sede parisina y sigue las tensiones entre la puesta en obra de una crítica al desarrollismo y la circulación de sus cuadros, grabados y assamblages. Se analizan también la fortuna crítica del artista rosarino en el medio francés y los contrastes con la imagen de ésta en los periódicos argentinos, a fin de desmontar los mecanismos por los cuales Berni se integró al elenco de ‘estrellas culturales’ que poblaron los periódicos en momentos del boom de la literatura latinoamericana. Por otra parte, la conformación de Berni como una suerte de celebridad constituyó un proceso vinculado a la cotización de su obra a lo largo de de los años ‘60. Nos concentramos, entonces, en los solapamientos y desfasajes entre las diferentes producciones artísticas de Berni realizadas a lo largo del período, la inscripción de su obra en el mercado en momentos de la ampliación del mismo, la posibilidad de impactar sobre un público expandido tanto hacia adentro como hacia afuera de las fronteras nacionales, la multiplicación de sus apariciones en la prensa, y los modos que Berni tuvo de apropiarse de su alter ego mediático.