INVESTIGADORES
CUESTAS Maria Lujan
capítulos de libros
Título:
Generalidades hepatitis virales
Autor/es:
CUESTAS ML; MATHET VL; OUBIÑA JR
Libro:
Microbiología Biomédica. Basualdo JA, Coto CE, De Torres R.
Editorial:
Atlante
Referencias:
Año: 2020;
Resumen:
¿Por qué existe un capítulo que alberga agentes virales pertenecientes a diferentes familias -¡y aún a uno sin familia asignada!- , con sus diferencias estructurales, biológicas y patogénicas? ¿Hay ?acaso- en esta obra un capítulo dedicado a los virus de las meningitis, de las neumonitis o de las faringitis? El lector encontrará en estas próximas páginas varios hechos sorprendentes: los agentes primariamente hepatotrópicos a describir comparten en todos los casos el distintivo nombre de ?hepatitis? seguido de una letra del abecedario escrita con mayúscula, designando por orden alfabético a los diferentes virus involucrados. Paradójicamente, esta designación puede promover inmediatas consecuencias indeseadas, ya que el sufijo ?itis? implica una inflamación, en este caso del hígado, la que puede eventualmente estar ausente, como es el caso de los portadores asintomáticos del virus hepatitis B o, por el contrario, algunas de las mencionadas hepatitis al tornarse crónicas, como acontece en un porcentaje de casos de hepatitis B o de hepatitis C, que pueden evolucionar ?al cabo de algunas décadas- a la cirrosis o al cáncer hepático, sin que haya en la denominación homónima de los respectivos agentes, referencia alguna a dicha patología. Es menester tener en cuenta que las hepatitis pueden ser causadas por eventos no infecciosos (mecánicos, tóxicos, medicamentosos, etc.) o infecciosos. Dentro de estos últimos, es imprescindible tener presente que además de los virus, también ciertos parásitos, hongos y bacterias pueden afectar a la glándula hepática, y consiguientemente su función. Aunque fue necesario arribar hasta el siglo XX para aislar e identificar a muchos de los agentes causales de hepatitis virales, es muy posible que los registros más antiguos de ictericia en poblaciones humanas hubiesen correspondido a las observaciones realizadas en China 5000 años A.C y a los brotes acaecidos en Babilonia más de 2500 años A.C. Sin embargo, muy probablemente las primeras descripciones de cuadros clínicos compatibles con estas infecciones se remontan hasta tiempos de Hipócrates en el siglo V A.C. quien establecía que la ictericia podría ser debida a una causa infecciosa que afectara al hígado, y que la acumulación de líquido ascítico en el abdomen podía ser consecuencia de una alteración funcional crónica de dicho órgano. Ya en el año 752 una carta del Papa Zacarías a San Bonifacio (arzobispo de Mainz, Alemania), le hacía saber que ante el brote de ictericia contagiosa que se diseminaba entre los habitantes de la ciudad, era recomendable la cuarentena de los enfermos, como una forma de evitar la propagación de la epidemia.