INVESTIGADORES
RODRIGUEZ Laura Graciela
congresos y reuniones científicas
Título:
Relaciones de género y política. Historia de vida de una diputada peronista en los años ’50 del siglo XX
Autor/es:
RODRÍGUEZ, LAURA GRACIELA
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; V Encuentro Nacional de Historia Oral: Investigación, Metodología y Prácticas; 2001
Institución organizadora:
Instituto Histórico de la Ciudad de BUenos Aires
Resumen:
Este trabajo se inscribe en una problemática amplia que refiere a los modos en que las mujeres hacen política. Más específicamente, muestro cómo las mujeres, lejos de ser sujetos pasivos, reproducen y confrontan al mismo tiempo y en una relación dialéctica, el discurso peronista hegemónico sobre las relaciones de género que atribuye a la “identidad” femenina valores como “solidaridad”, “sacrificio”, “honestidad”. En esta ocasión, analizo la historia de vida de una mujer peronista, Celestina, que en 1955 resultó electa diputada provincial por la provincia de Misiones.  Misiones pasó a ser provincia por ley en diciembre de 1953 bajo la segunda presidencia del General Juan Domingo Perón. La primera Constitución se dictó en 1954 y las elecciones se hicieron en marzo de 1955. Ganó el peronismo y el médico Claudio Arrechea resultó el gobernador. Todas las autoridades tenían mandato hasta el 4 de junio de 1958 pero el golpe de estado de septiembre de 1955 intervino todos los poderes provinciales del país. Es decir, Celestina estuvo en su cargo como legisladora aproximadamente 3 meses. La bibliografía sobre la época sostiene que el peronismo en los años ‘40 y ’50 del siglo XX obtuvo una adhesión importante de las mujeres porque reforzó y redefinió los valores tradicionales de dominación masculina (James 1992, Plotkin1994, Palermo 1998). Cuando el peronismo le dio el voto a la mujer por Ley el 9 de septiembre de 1947 e instó a las mujeres a participar en política, lo hizo exaltando aquellos rasgos que suponía específicos de lo “femenino” como elementos positivos para la participación política. En la construcción y difusión de este discurso fue clave la figura de Eva Perón. Después de la muerte de Evita en 1952 el peronismo “ortodoxo” construyó alrededor de su imagen, lo que Julie Taylor (1981) describe como “el mito de la dama de la esperanza”, donde se condensan los principales lineamientos acerca de lo que una mujer peronista debe ser. Según Taylor, el mito sostiene que Evita no sabía nada de política y hallaba en el trabajo social una esfera para la cual la calificaban perfectamente su intuición femenina y su vida emocional. Ella no tenía hijos propios, pero era la madre de los niños de la Argentina y su devoción maternal la motivaba a ayudar a los pobres. Dedicaba buena parte de su trabajo a los niños, como podía esperarse de una mujer tan idealmente femenina y por lo tanto profundamente maternal. En el mundo del mito peronista, Evita abrazaba en forma voluntaria y feliz la abnegación y el sacrificio: la capacidad para dar y para renunciar eran básicas de la “naturaleza” de la mujer. El relato de Celestina tiene puntos en común con el discurso oficial acerca de lo que una mujer peronista “debía ser”, pero en otros pasajes del relato Celestina se “sale” del modelo hegemónico de género. Celestina era muy católica y practicante, hacía tareas de ayuda a los pobres, les daba catequesis y pensaba que era un deber de las mujeres ocuparse del cuidado de su esposo y sus hijos. Al mismo tiempo, se consideraba muy “independiente” y tomaba decisiones propias sin consultar ni a su padre primero (cuando se fue a Misiones a trabajar), ni a su marido después. El nombramiento como subdelegada censista hizo que asumiera una actitud de firme autonomía y comenzó a realizar una serie de actividades que se alejaban de la “ayuda social”. Cuando llegó el candidato a gobernador a la colonia organizó un verdadero acto político que sus opositores radicales trataron de boicotear. Una vez electa diputada dejó a sus dos hijos pequeños al cuidado de su marido sabiendo que no los iba a poder ver con frecuencia porque los caminos hacia la colonia era malos y hacían demasiado largo y difícil el viaje. Como bien señala Daniel James (1992), en el testimonio de historia oral inevitablemente se involucran silencios, olvidos, temas conflictivos y tensiones genuinamente irresueltas entre un discurso oficial referido a las relaciones de género y uno que es mucho más palpable y legitimado dentro de los términos en los cuales esta mujer ha vivido su vida.