INVESTIGADORES
RODRIGUEZ Laura Graciela
artículos
Título:
Las mujeres en la esfera pública
Autor/es:
RODRÍGUEZ, LAURA GRACIELA
Revista:
Trampas de la comunicación y la cultura
Editorial:
Facultad de Periodismo y Comunicación Social
Referencias:
Lugar: La Plata; Año: 2002 vol. 0 p. 22 - 24
ISSN:
1668-5547
Resumen:
En este ensayo pretendo hacer una reflexión sobre la relación entre el género, el Estado moderno y la esfera pública y privada. Desde los medios de comunicación se hace referencia insistentemente a la importante inserción que las mujeres tienen hoy en la esfera pública. Sostengo que no es posible llegar a conclusiones exitistas sobre los “avances de la mujer” cuando la realidad es bastante más compleja. Según Anne Phillips (1996) las explicaciones acerca de la génesis de la constitución de la esfera público/privada en la sociedad moderna, deben buscarse en los fundamentos de los teóricos de la teoría política clásica. Cuando Hobbes y Locke formularon las teorías del contrato social en el siglo XVII, delinearon los fundamentos de que el único móvil para la constitución de la sociedad política era la ventaja personal- con énfasis en la preservación de la vida, en el caso de Hobbes, o de la propiedad, en el caso de Locke-, ambas amenazadas por la ausencia del poder coercitivo imperante en el estado de naturaleza. Carole Pateman (1995) critica a estos teóricos que basan su argumento en la idea de un contrato fundante de la sociedad civil y omiten el hecho de que los que participan son individuos en tanto hombres - y propietarios según Locke-, que el contrato funda la escisión de la esfera privada y pública excluyendo a las mujeres del mundo público de la libertad civil, la igualdad y la ley. Además, este individualismo liberal es sustentado por la ficción de la esfera pública de iguales donde los contratos son siempre firmados entre individuos entre los cuales no existen las desigualdades sociales y donde el sexo resulta indiferente. En sociedades que están completamente impregnadas por el género, tal indiferencia ante el sexo no puede hacer más que reforzar la posición de los hombres. La Revolución Francesa y su proclamación del principio de igualdad también ratifica el hecho de que el hombre universal sujeto a derechos es masculino, reafirmando el confinamiento de las mujeres a un lugar que no es el público (Sineau, 2000). Lo universal representa únicamente al sexo masculino que es el reconocido como individuo y ciudadano. En la actualidad, y a pesar de los avances innegables, los cambios visibles de las condiciones ocultan unas permanencias en las posiciones relativas que hacen que la desigualdad de género persista. Tanto en el trabajo como en la educación, la estructura de las separaciones se mantiene y las mujeres ocupan siempre unas posiciones menos favorecidas. La realidad de las relaciones estructurales de dominación sexual se deja vislumbrar a partir del momento en que se observa, por ejemplo, que las mujeres que han alcanzado puestos muy elevados de poder tienen que “pagar” de algún modo ese éxito profesional con un “éxito” menor en el orden doméstico (divorcio, matrimonio tardío, soltería, fracasos con los niños, etc.) o, al contrario, que el éxito de la empresa doméstica tiene a menudo como contrapartida una renuncia parcial o total al gran éxito profesional a través de la aceptación de “beneficios” que sólo son fácilmente concedidos a las mujeres porque las dejan al margen de la carrera por el poder: media jornada o similares. Es decir, y como sostiene Bourdieu (2000), los términos no cesan de cambiar de contenido sustancial, en una especie de carrera de persecución donde las mujeres jamás recuperan su desventaja.