INVESTIGADORES
ACHA Jose Omar
libros
Título:
Freud y el problema de la historia
Autor/es:
ACHA, OMAR
Editorial:
Prometeo Libros
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2007 p. 168
ISSN:
978-987-574-167-6
Resumen:
Durante la centuria que nos separa del inicio de la aventura freudiana, el psicoanálisis jamás logró en el interior del campo historiador una relevancia tal que permitiera una vinculación estrecha con algún sector importante de la historiografía. La llamada Psychohistory que alcanzó algún relieve en la década de 1960 es hoy relegada por la historiografía profesional al arcón del ensayo o de la inconsistencia demostrativa. Y lo curioso es que no puede sostenerse que ese rechazo sea siempre injustificado. Quizás en la pregunta por esta dificultad podamos aprender más sobre el sentido de la historiografía que en la larga senda de los acuerdos con otros saberes. Para profundizar en las razones de este diálogo trunco propongo investigar  las nociones de historia y temporalidad en la obra de Freud, que no sólo pretenden elucidar un tramo de la obra freudiana, sino preparar el terreno para el cruce productivo con la historiografía. Un momento capital de este recorrido es el de Tótem y tabú (1912-1913). Allí se anuda la primera formulación completa de una historiografía psicoanalítica que explique la producción y transmisión intergeneracional del lazo social. ¿Qué es el asesinato del padre primordial por los hermanos, que por la culpabilidad posterior a ese acto instituyen la cultura, sino la representación del “complejo nuclear de la neurosis”? En el “mito” elaborado por Freud se recompone la dialéctica de las pulsiones que originó la cultura cuando para agredir fue arrojado un insulto antes que una piedra. Ese inicio de la cultura es la propia estructura de la inscripción del sujeto en el orden simbólico. Es posible leer el tardío Moisés y la religión monoteísta del mismo modo. La teoría freudiana del origen egipcio del líder hebreo no se limita a enunciar una proposición empírica, sino que representa la emergencia de la ley (y de la identificación) desde una fuente otra, pero que es parte de lo propio. La correlación entre desarrollo individual y de la especie que está presente en las dos obras recién mencionadas plantea numerosas preguntas relativas a la concepción de la historia en Freud, que se vincula con la cuestión fundamental del progreso cultural. Y es que así como –con contradicciones– podríamos reconocer en Freud trazas de un desarrollo “normal” advenir del individuo maduro hacia la potencialidad de sus fuerzas psíquicas y físicas, es también posible vislumbrar un similar devenir de la especie que estaría marcado por un progreso cultural (económico, científico, ético) hacia un estadio superior y más complejo de la historia. No obstante esa primacía evolucionista se verá explícitamente cuestionada por la noción de pulsión de muerte. Las exigencias clínicas, por otra parte, condujeron a Freud hacia un replanteo del momento narrativo en la situación de transferencia que significó una crisis en el concepto de memoria, retorno de lo reprimido y fantasías originarias, que será estudiado sobre todo a partir del historial del Hombre de los Lobos. Es una tarea a seguir desplegando pensar si esa crisis no es más productiva que la solución esbozada posteriormente por Jacques Lacan al suturar lo esencial del evolucionismo freudiano a través de la teoría de los registros imaginario, simbólico y real. El desarrollo aquí aportado pretende estilizar algunos argumentos para esa reflexión por venir. En la parte final de este volumen se retorna a la cuestión historiográfica, estipulando las condiciones para una reincidencia psicoanalítica en los debates culturales de nuestra época, atravesada como ninguna otra por la historia, la memoria, lo reprimido y lo traumático. Según mi parecer una investigación de los nudos teóricos irresueltos (y quizás irresolubles) del concepto freudiano de historia puede aportar un punto de vista relevante para la discusión crítica del psicoanálisis. La cuestión de la “historicidad” del saber psicoanalítico sobre la subjetividad constituye uno de sus clivajes cruciales. ¿Se trata de una práctica propia de la modernidad “occidental”? ¿Sus “estructuras” son universales? ¿Son atemporales? ¿Varían contextualmente? Si no hay una “teoría psicoanalítica” (en el sentido de definiciones filosóficas perennes), sino intervención propiciadora de interpretaciones, ¿es el psicoanálisis un historicismo? Es decir: ¿se recrea cada vez en las situaciones particulares? Eso podría derivarse de la práctica freudiana de reinventar las categorías en cada historial clínico. ¿Sus nociones de pulsión, castración e identificación son irreducibles a conceptos? Pienso que estas preguntas son esenciales para la reelaboración del saber psicoanalítico. Son al menos decisivas para cualquier extensión del psicoanálisis, como lo deseó Freud, a la crítica de la cultural.