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El objetivo del presente texto es reflexionar sobre el pasaje de la ?historia mundial? a la ?historia global? desde lo que podemos llamar perspectivas latinoamericanas. Quizá valga la pena señalar aquí la factura histórica y política de la referencia a ?América Latina? como construcción conceptual simplificadora de realidades extremadamente complejas. América Latina no es un suelo materno y clausurado, sino el nombre contigente de una historia compleja y miscelánea atravesada por diversas matrices de dominaciones y resistencias. De origen colonial, el nombre de América Latina contiene fuerzas sociales, económicas, políticas y culturales irreductible a lo que se quiera decir con la ?latinidad?. De hecho, la historia global de América Latina es veinte veces más extensa que la era inaugurada por la conquista ?latina? del siglo XVI. Por añadidura, la presencia de los pueblos originarios, junto a los componentes africanos, asiáticos y las nuevas migraciones europeas, produjeron un mosaico de mixturas que la última globalización acrecentó al atravesar la frontera entre México y Estados Unidos. Los grandes flujos migratorios hacia países centrales, la conformación de comunidades latinoamericanas que mantienen tradiciones y contactos con los países de origen, y la propia transformación de las identidades ?latinas? en Norteamérica impiden cualquier idea sustancial de América Latina. En buena medida la importancia de un pensamiento histórico global conduce a reconstruir la edificación de una realidad complicada y antagónica como nervio de la existencia temporal del subcontinente. Este no se disuelve en una malla de discursos o mitos. Adquiere una complejidad que alimenta una concepción crítica de la globalización. En efecto, un implícito no siempre puesto de relieve de las discusiones sobre la historia global es el debate sobre las distintas posibilidades de una dinámica histórica global y, por ende, la deconstrucción de la que se impone en nuestros días.

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