La política después de los partidos

CHERESKY ISIDORO

Isidoro Cheresky (compilador): La Política después de los partidos, Prometeo, Buenos Aires, 2006.

Prometeo Libros

Lugar: Buenos Aires; Año: 2006; p. 11 - 23

El objetivo de este artículo es presentar las transformaciones que están experimentando las democracias contemporáneas en un contexto de crisis de representación, en el que los partidos ya no desempeñan su rol fundacional como organizadores de la vida política y expresión de pertenencias ciudadanas permanentes. Más bien, el espacio público adquiere una centralidad y fluidez con la redefinición continua de las identidades políticas y con el advenimiento de liderazgos de popularidad.  En primer lugar, cabe destacar el debilitamiento de la función representativa de los partidos, aquella que forja lazos identitarios permanentes y masivos. Si bien los partidos continúan siendo los principales ejes de la vida democrática, puesto que se constituyen como vehículos de la competencia electoral, ya no desempeñan la función que antaño les dio vida: la expresión de identidades políticas estables. La idea de los partidos como portadores de una cosmovisión parece no tener vigencia en un contexto signado por la multiplicidad de actores que intervienen en el espacio público, procurando constituir nuevas alternativas políticas. El debilitamiento del lazo representativo parece acentuarse a medida que los partidos devienen dispositivos públicos sostenidos por el Estado cuyo objetivo inmediato es conquistar un electorado fluctuante. En este sentido, la figura del líder del partido adquiere centralidad y una creciente autonomía. En segundo lugar, el espacio público presenta un carácter multifacético, en el cual el estado de la opinión pública deviene el punto de referencia sobre el cual se desenvuelve la vida política. Este ámbito, en el que se reproduce la legitimidad de los representantes políticos, se ha desestructurado: ya no está regulado por fuerzas partidarias sino que coexisten una pluralidad de actores, partícipes de la comunicación política, que procuran articular las preferencias fluctuantes de la ciudadanía. En este aspecto deviene central el rol desempeñado por los medios de comunicación, por su capacidad de fijar la “agenda”, y también las encuestas de opinión: puesto que constituyen un signo del eventual pronunciamiento electoral de la ciudadanía, los dirigentes políticos se ven obligados a guiar su comportamiento en base a ellas. A su vez, la relevancia del estado de la opinión y la centralidad del espacio público lo convierten en el escenario en el que los gobiernos aparecen cuestionados, con los consiguientes riegos de inestabilidad que ello acarrea. Por último, el debilitamiento de los lazos partidarios y la creciente importancia del espacio público como medio en el que se recrean las identidades políticas, nos conduce a una tercera dimensión: la emergencia de líderes de popularidad. Ellos son quienes se muestran capaces de concitar adhesiones y lograr la redefinición de los lazos representativos, adaptándose a las situaciones cambiantes. Se trata de líderes mediáticos, ya que se relacionan directamente con la opinión pública y están sostenidos por ella, en tanto que su poder está legitimado por las elecciones competitivas a partir de las cuales se erigieron como representantes gubernamentales. En este sentido, los líderes subordinan las estructuras partidarias a su estilo personal, el cual aparece asociado a su propio arbitrio, a la concentración de poder y a la ausencia de deliberación. Para concluir, puede advertirse que estas transformaciones en la relación entre representantes y representados implican riesgos para la democracias contemporáneas. Es el objeto de este artículo arrojar luz sobre estos cambios para así alentar el desafío que implica consolidar un marco institucional que evite la excesiva concentración de poder y que dé lugar a la adaptación de las instituciones representativas y políticas a las mutaciones sociales.