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El florecimiento económico de fines del siglo XIX le permitió a la Argentina insertarse como productora de carnes y cereales en el mercado mundial, el cual generó altos niveles de prosperidad entre las familias que detentaban la mayoría de los recursos. Este contexto de distención propio de la belle époque favoreció un creciente cosmopolitismo de la alta sociedad en reemplazo de las antiguas costumbres criollas. Hacia ese momento, la participación en exhibiciones nacionales e internacionales se presentó como un modo de posicionar a la Argentina como un país en crecimiento, en estos eventos la presencia artística era importante: el arte era sinónimo de civilización y las Bellas Artes en particular una muestra del progreso de las naciones.La Exposición Internacional del Centenario, realizada en conmemoración de la Revolución de Mayo, combinó la exhibición de diversas áreas como higiene, agricultura, transporte, bellas artes e industria. La sección de bellas artes sentó las bases de un sistema artístico que lograría consolidarse con el Salón Nacional en 1911. Las artes decorativas, generalmente relegadas por el ámbito artístico local, recibían gran atención de las elites porteñas; a caballo entre el arte y la industria, participaron tanto de la exposición artística como de la industrial. El positivismo, que desde fines del siglo XIX hallaba en el arte un sinónimo de progreso, encontró en las artes decorativas hacia el Centenario una expresión de perfecta sintonía entre desarrollo artístico y crecimiento industrial (que fue ganando terreno en la medida en que avanzaron los años). El objetivo de este trabajo es indagar en torno al lugar de estas artes en las exposiciones, así comoel imaginario de país que condensaban.