IIPSI   26795
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES PSICOLOGICAS
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Notas fenomenológicas sobre la espera y la esperanza
Autor/es:
DUERO DANTE GABRIEL
Lugar:
BUENOS AIRES
Reunión:
Mesa redonda; II CONGRESO MUNDIAL DE PSICOTERAPIA EXISTENCIAL; 2019
Institución organizadora:
ASOCIACION LATINOAMERICANA DE PSICOTERAPIA EXISTENCIAL
Resumen:
En esta mesa nos invitaron a dialogar con la pregunta: ¿A qué debe temerle un terapeuta existencial? Según intentamos mostrar, cuando la vida pierde su ritmo, la existencia se trastoca. El atolondramiento y la parálisis son dos modos de trasliteración de la existencia humana. Ambas actitudes vitales van de a mano de un proceso de desnarrativización y deshistorización que transforma la existencia en puro devenir o en duración desorientada. ¿De qué ha de precaverse un terapeuta? ¿A qué debiera temerle? En primer lugar, de acuerdo a lo que veremos, a la aceleración, a la profusión de acciones ciegas, a la violencia de la discontinuidad y la meta fácil; también a la confianza sosa e infundada del hombre maníaco, para quien el porvenir se abre hacia adelante como un amontonamiento de promesas que desconocen cualquier facticidad. Debe temerle en definitiva, al apresuramiento por hallar certezas y soluciones, a la tentación de multiplicar las técnicas e intervenciones o acelerar el número de experiencias del paciente, descuidando en cambio la intensidad y profundidad de las mismas. Pero también debe temer, por otro lado, a la clausura, a la cancelación desesperanzada del futuro, que en esencia es siempre misterioso; debe resguardarse del nihilismo que florece en la certeza de quien pretende ?ya saberlo todo? y aniquila así cualquier expectación, cualquier posibilidad de sorpresa. En síntesis, debe cuidarse tanto del cotilleo y el fisgonear desenfrenado, como del convencimiento y la autoconfianza omnipresente. Muy por el contrario, la disposición a dudar de lo certero y la inquietud por preguntar, debieran servir como brújula terapéutica. Orientados por ella, terapeuta y paciente tendrían que aprender a transitar, juntos, este camino que es el que les permitirá hacer del espacio terapéutico, finalmente, un lugar para un auténtico encuentro.