IICSAL   26686
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES DE AMERICA LATINA
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Prologo: una experiencia de alteridad
Autor/es:
CARLOS SKLIAR
Libro:
Una escuela para todos... con todos.
Editorial:
La Hendija
Referencias:
Año: 2020; p. 15 - 18
Resumen:
Una experiencia de alteridad. Los inicios del siglo XXI arrastran sobre su conciencia el peso de una humanidad siempre a punto de rehacerse pero, también, de auto-destruirse. El legado violento del siglo XX sigue dejando secuelas y los procesos políticos, culturales y educativos todavía no resuelven si cortar los lazos con el pasado o si repetirlos, quizá de modo más sutiles aunque igualmente cargados de desigualdad y desavenencias. La modernidad parece haber roto la tradición de las herencias y un nuevo mundo, ambiguo e incógnito, muestra sus apariencias: una época de aceleración y vinculación del conocimiento a sus facetas más lucrativas, de otro lado una época que reverdece con otras infancias, otras filosofías y otras artes.El mundo siempre ha sido algo que hay que cuidar y algo de lo que hay tener cuidado, y la educación consistiría, en su legado más trascendente, en una enseñanza no moral sino ética, a propósito de ese doble cuidado a todos y cada uno de los individuos de la tierra. Sin embargo, cada época tiende a ignorar, desechar, descuidar e incluso a maltratar hasta límites impensables a ciertas comunidades más que a otras, a ciertos grupos sociales más que a otros, a ciertos sujetos más que a otros. El resabio del individualismo, del egoísmo y de la obsesión por el éxito personal que caracterizó y sigue caracterizando el supuesto virtuosismo de esta época ha dejado a los costados una multitud de seres dañados y rotos por la indiferencia y los cambios abruptos en las políticas públicas.Desde hace ya mucho tiempo, demasiado tiempo quizá, se viene proclamando la existencia de un reinado de la inclusión social, laboral, jurídica, cultural y pedagógica. Por una serie de razones, algunas muy precisas y otras imprecisas, la promesa sigue firme pero también temblorosa y dubitativa: quizá la insistencia en un modelo humano de neto corte económico, quizá el escándalo de la naturalización de una continuidad entre ciertos cuerpos, ciertas mentes, ciertas capacidades y ciertos roles sociales, quizá la confusa tensión entre experiencia educativa libertaria y exigencia mayúscula de rendimiento, hayan impedido que la promesa se cristalizara por completo y, sobre todo, que se asuma en un presente real y fecundo. La discapacidad es una de esas construcciones (o invenciones, o fabricaciones) que crea una apariencia de alteridad irreductible y que provoca incertidumbres a la hora de practicar el ideario inclusivo. El problema es, claro está, en cómo se ha construido el relato de la discapacidad, no la discapacidad en sí. Y ese relato no ha dejado de ser patologizante, o individualizado en demasía como para celebrar ya mismo el pasaje a una vida independiente y plena, como lo plantean los mismos sujetos así etiquetados. Entre las lógicas siempre incompletas del lenguaje jurídico y el jergoceo extremo de la disciplina pedagógica, hace falta una realidad de conversación que abra paso a las decisiones responsables, éticamente decisivas, justas. Y creo no equivocarme si digo que es necesaria una idea radical en este sentido: la de dar por sentado que no hay destinos trazados de antemano, que los destinos se juegan en procesos formativos comunes, que nadie ha nacido con tal suerte que no pueda doblegarla a través del efecto público de la educación.Se dirá que es una creencia, no más. Sin embargo, y admitiendo que se trata también de un acto de fe, es que en esa idea nace la perspectiva esencial de ser un educador, una educadora. Si creemos que hay suertes que no se pueden torcer y destinos que ya están determinados en su condición inicial, la educación pierde todo su sentido transformador. Pero esa transformación no es una promesa sino una práctica cotidiana, en un presente con sentido. El libro de Alicia Ligabue es un relato de una travesía y, como tal, no está exento de encrucijadas y laberintos. Una vida puesta en la dirección de la justicia y del reconocimiento de otro con discapacidad, habla a las claras de un recorrido que ahora, en este libro, busca sus palabras para narrarlo. Y esa narración no deja de lado ningún signo crucial que cuente cómo han sido los tiempos y los espacios en que alguien ha intentado hacer vidas mejores, darles entidad y experiencia, contribuir al bien común centrándose justamente en todo aquello que estos tiempos han considerado inútil o inservible. De hecho, tengo la sensación que este es el primer paso de un recorrido que puede transmitirse a los demás lectores: no tanto la vida de una autora como su reflexión a propósito de la potencia e impotencia de un camino que no se mira desde lejos ni desde la altura sideral de su profesión, sino en el intercambio con otros, en estar junto a los demás, en hacer cosas más allá de lo que se hace en la vida particular y privada.Se encontrarán aquí rostros, nombres, palabras, gestos, actos, lecturas, que en su conjunto abrirán las puertas para la comprensión de un punto de vista singular y colectivo a la vez; y, sobre todo, la presencia de una escuela, de escuelas, que siempre están en la búsqueda de una forma, sabiéndose informes, como si la autora y la escuela fuesen permanentemente de la mano dejando el rastro de una experiencia que, gracias a su publicación, puede ser también la experiencia de otros autores y de otras escuelas. Mirar, pues, es un ejercicio sobre el que hay que volver una y otra vez: allí se pone en juego la afirmación y la negación, la diferencia y la indiferencia, la hospitalidad y la hostilidad. Y queda muy claro, luego de leer a Alicia, de qué lado ha estado su obra. Celebro, pues, que textos de esta densidad experiencial se hagan públicos, que otros podamos leerlos y acercarnos no solo a un punto de vista sino, sobre todo, a una forma de estar en el mundo y de hacer vidas.