Ángel Guido y el barroco americano

BERNABÉ, MÓNICA

Rosario

Jornada; La ciudad que yo inventé; 2018

Centro de Estudios de Literatura Argentina - Facultad de Humanidades y Artes - UNR

En ?Caribe trasplatino?, Néstor Perlongher dibuja itinerarios de ida y vuelta entre Europa y América, entre Cuba y la región del Plata, para fraguar una tradición disidente a la del vanguardismo martinfierrista y recuperar, por vía lezamiana, el brote barroco de la generación del 27 y el entusiasmo por los festejos del tricentenario gongorino. El trayecto incluye el viaje -más bien la inmersión- a través del río lodoso a fin de transmutar la enceguedora luz antillana en el singular neobarroso donde inscribió su diferencia.Lo curioso es que la pulsión barroca, al extenderse hacia el sur del continente, no hacía más que retornar a uno de sus comienzos. Se trataba ?para decirlo con una imagen de Carpentier- de un viaje a la semilla puesto que las imágenes de las iglesias andinas que Lezama describe con asombrosa exactitud en 1957 son la versión tropicalizada del barroco mestizo que el rosarino Ángel Guido había fraguado entre 1925 y 1945 y que el horno transmutativo del cubano deglutió y reescribió sin cita ni referencia académica alguna.Aprendimos con Edward Said a reparar en los comienzos de una obra a fin de configurar un método de conocimiento. Los primeros textos, las primeras ediciones o las primeras intervenciones en un campo cultural suelen prefigurar lo que vendrá, son los rastros significativos que permiten ?entrar? a un proyecto intelectual. En el caso de Angel Guido, la participación activa en el movimiento estudiantil del 18 cordobés tanto como la edición de su libro de poemas Caballitos de la ciudad en 1921 y el iniciático viaje a la sierra surperuana conforman las circunstancias decisivas de sus comienzos.