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La estabilidad de la revolución rioplatense dependió, entre otras variables, del esfuerzo por reprimir y castigar a quienes conspiraron y alzaron sus armas para socavar las bases del nuevo orden con el objetivo de perpetuar el antiguo. A partir del estudio del movimiento contrarrevolucionario ocurrido en Córdoba en 1810, los procesos seguidos a los responsables de la ?conspiración de los españoles? en 1812 y el tratamiento recibido por los obispos Rodrigo de Orellana y Nicolás Videla del Pino, este trabajo pretende reflexionar sobre las implicancias de ?hacer justicia? con los ?enemigos? del ?nuevo sistema? en un contexto de ?justicia excepcional?. Para ello reconstruye, por un lado, los diversos mecanismos de represión ensayados por las autoridades de Buenos Aires ?tales como el enjuiciamiento, la aplicación directa de castigos ejemplares y la dispensa de indultos? y su administración en función del peligro potencial y del rol político y social que desempeñaban quienes fueron catalogados como ?antirrevolucionarios?. Y por el otro, repasa la reconfiguración de las acusaciones realizadas por la dirigencia revolucionaria a partir de los cambios políticos. Así, la readaptación del crimen de alta traición vigente durante la colonia permite observar no sólo las mutaciones producidas en el orden político sino también en el principio de legitimidad que lo sostenía.