CITRA   25434
CENTRO DE INNOVACION DE LOS TRABAJADORES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
El oficio de boxeador. Masculinidades, deporte y trabajo en la Buenos Aires del temprano siglo XX
Autor/es:
ULLIVARRI, MARIA
Lugar:
Lima
Reunión:
Congreso; Congreso Asociación Latinoamericana e Ibérica de Historia Social; 2019
Institución organizadora:
ALIHS-PUCP
Resumen:
Entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX la posibilidad del tiempo libre se fue convirtiendo en una probabilidad cierta para lxs trabajadorxs de la ciudad de Buenos Aires. La nueva distribución del tiempo social permitió la separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio. Paralelamente la ciudad crecía al ritmo de una inmigración que poblaba Buenos Aires y la transformaba en un espacio cosmopolita, en un ?espacio global? (Archetti, 2016, Palla, 2019). Muchas de esas conexiones culturales urbanas tomaban forma en los barrios que comenzaron a poblarse de espacios que permitieron las prácticas físicas populares (Gorelik, 1996). Fue en ese proceso donde los clubes de boxeo comenzaron entonces a extenderse por la ciudad. Y aunque técnicamente la acción pública del combate rentado estaba prohibida en Buenos Aires desde 1892, así como también en otras ciudades del país como Rosario o Paraná, la práctica del pugilismo no paraba de crecer. Pensado como una variante de la riña, era descripto mayormente en términos de repugnancia. En la mayoría de los casos la prohibición estaba asociada a la necesidad de impedir diversiones populares que facilitaran la reyerta o cualquier otra acción de conflicto social en una Buenos Aires que estaba creciendo aceleradamente.Durante el período 1890-1902 la ciudad de Buenos Aires fue redefiniendo las pautas de legalidad admitidas en el ámbito urbano, estableciendo un orden de prácticas permitidas (Cecchi, 2012). Se prohibieron las riñas de gallos, las corridas de toros y el juego. En ese tandem de prácticas también se incorporó el pugilismo, entendiendo que toda forma de violencia, incluso aquella regulada o reglamentada, debía desaparecer de los espacios públicos. Este modelo de control también apuntaba a despojar a los trabajadores de sus consumos de ocio o de orientarlos hacia prácticas ?saludables? y deportivas, entre las cuales no estaba el boxeo. A pesar de estas interdicciones, en los albores del siglo XX el boxeo estaba instalado en la ciudad. Se practicaba entre marineros, en clubes y mayormente como parte de las paradigmáticas expresiones del ocio de la élite porteña, donde la práctica de deportes, especialmente ingleses, constituía un repertorio fundamental de su distinción como grupo social (Losada, 2009). Estos sportmen fueron dando a la práctica un tono lúdico y recreativo, pero también destacaron la importancia de la cultura física. ?Los baños de sol, la higiene fisiológica, el estímulo de la virilidad, no habían sido todavía comprendidos en la gran aldea?, afirmaba César Viale, primer presidente de la FAB, en La Nación. Un gran número de hombres porteños seguramente no tenían tiempo para dedicarle a los baños de sol, pero en ese cruce entre virilidad y deporte, algunos de ellos comenzaron a soñar con convertir el pugilismo en una forma de vida. A partir de esta posibilidad el boxeo fue adquiriendo un nuevo sentido que ya no tenía que ver con una práctica de distinción social en términos de clase, sino como un trabajo deseado por los trabajadores, como una forma de ascender socialmente y ganarse la vida. Es en este escenario que me interesa pensar, por un lado, la construcción del boxeo como un uso posible del tiempo libre para los trabajadores y por otro, también el desarrollo de la profesión de boxeador en la ciudad de Buenos Aires, así como también los sentidos de masculinidad asociados a su práctica.El boxeo era, y quizás es todavía, una actividad en la encrucijada de la cultura, en tanto generaba pasiones, pero también mucho rechazo. Es probable que esto tenga que ver con la ansiedad teórica (y moral) que provoca su práctica. En este recorrido de ansiedades se inscriben numerosas tensiones que son interesantes para pensar los sentidos sociales del boxeo. Porque el boxeo no solo encuadraba a esos hombres que se golpeaban, sino también a las nuevas pasiones que se generaban en torno al deporte y que involucraban también al público. Por eso las narrativas sobre el deporte me permiten pensar cuestiones más amplias de la sociedad. En esa tensión, la discusión entre lo amateur y lo profesional aparece como un horizonte posible para pensar las inquietudes de clase inscriptas en los usos del tiempo libre y la posibilidad de construir una profesión en el deporte. Pero esta discusión sobre un deporte considerado brutal, también está atravesada por todo un complejo entramado de miradas sobre el deber ser de los trabajadores, la construcción del gusto obrero y los pasatiempos saludables, así como también sobre cuáles deben ser las virtudes masculinas y los usos del cuerpo.