INVESTIGADORES
CERUTI Maria Constanza
libros
Título:
Volcanes Sagrados de Costa Rica
Autor/es:
MARÍA CONSTANZA CERUTI
Editorial:
Mundo
Referencias:
Lugar: Salta; Año: 2015 p. 76
ISSN:
978-987-698-085-2
Resumen:
Este libro explora en forma preliminar el papel que los volcanes sagrados cumplen históricamente en el acervo cultural centroamericano, tomando en consideración elementos de la arqueología, el folclore y la lingüística de Costa Rica. El patrimonio histórico-cultural e intangible de este país es analizado en su relación con las elevaciones más emblemáticas de las cordilleras de Guanacaste, Central y Tilarán. La investigación tiene en cuenta el folclore costarricense, la geomorfología y la historia de los volcanes de la región, al igual que los relatos obtenidos de primera mano en conversación con miembros de las comunidades maleku y pobladores criollos en zonas rurales, además de observaciones sobre el patrimonio arqueológico efectuadas en visitas a los museos del Oro Precolombino, del Jade y al Museo Nacional en San José. La experiencia directa de las montañas sagradas de Costa Rica incluyó el recorrido de los cráteres de los volcanes Poas e Irazú y la exploración del monumento arqueológico Guayabo en las faldas del volcán Turrialba. En la basílica de la Virgen de Los Ángeles, a los pies del volcán Irazú, la autora documentó los preparativos para las masivas peregrinaciones y romerías que se realizan en el mes de Agosto. En la cordillera central visitó el poblado de San Carlos y las comunidades originarias de los Guatusos, al cumplirse cuatro décadas de la erupción que asoló la región, dando origen al imponente volcán Arenal. Centroamérica ha sido desde la antigüedad un crisol de influencias culturales procedentes tanto de Mesoamérica como de Sudamérica. Desde el punto de vista arqueológico, sobresalen las manifestaciones escultóricas en piedra de los antiguos habitantes del litoral pacífico, que representan motivos antropomorfos estilizados. El campo de las miniaturas rituales estuvo dominado inicialmente por figuras talladas en jade, de neta inspiración mexicana, siendo desplazadas hacia el año 800 A.D. por miniaturas de orfebrería de tradición colombiana. Las figurillas precolombinas de oro y tumbaga representan motivos vinculados a las prácticas chamánicas, que incluyen a espíritus auxiliares de animales tales como jaguares, ranas, murciélagos y serpientes. El vínculo entre las prácticas chamánicas y los volcanes tiene su referente material en los incensarios con tapa cónica, fabricados durante el período arqueológico Bagaces (300 - 800 A.D.), los cuales a criterio del arqueólogo Juan Vicente Guerrero, habrían procurado simular los volcanes humeantes. En épocas más tardías (800 - 1400 A.D.), la vinculación religiosa con los volcanes se materializa arqueológicamente en el trazado y construcción de calzadas o avenidas ceremoniales. El concepto de la cumbre del volcán como morada de un dios se encuentra plasmado en el nombre de Chibuzu, montaña de Dios, otorgado a los volcanes Poas y Barva, en la cordillera Central. Si bien la lengua de los Huetares se ha extinguido, quedan pervivencias en la toponimia y se conserva un nutrido corpus de leyendas que tiene a los Botos y Huetares como protagonistas. Dichos relatos folclóricos suelen representar el vínculo con las montañas a partir de acciones rituales de sacrificio y ofrenda, contribuyendo a recrear la dimensión sagrada de los volcanes como morada de los dioses en la cosmovisión indígena. Las leyendas recogen prácticas de sacrificio humano en volcanes, consistentes en ofrendas cruentas de doncellas en los cráteres y sacrificios de niños por ahogamiento en lagunas de altura, que se asemejan a aquellos efectuados en el ritual Azteca.En razón de la naturaleza y recurrencia de la actividad eruptiva, no cabe esperar que se conserven vestigios materiales de las prácticas de sacrificio y ofrenda presumiblemente ejecutados en las cimas de los volcanes de Costa Rica en tiempos antiguos. La consecuente obliteración de posibles evidencias materiales en las cumbres trae aparejado un considerable grado de invisibilidad arqueológica de dichos fenómenos, por lo que el abordaje se debe encarar principalmente desde la Etnografía, la Lingüística y el Folclore.