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En la novelística argentina contemporánea sobre los años ´70, las voces de los hijos/as de desaparecidos/as resultan predominantes en relación a la de otras voces. Sin embargo existen diferencias en las maneras en que cada novela aborda el período de violencia política y terrorismo de estado y los modos en que esos sucesos repercuten en la vida de los/as narradores/as. Grosso modo, pueden distinguirse dos series: por un lado las novelas que reponen las voces de los/as hijos/as desde un lugar de empatía en relación a la lucha de sus padres y madres; y por otro lado las novelas que presentan voces incómodas en relación a sus filiaciones.En esta presentación quiero detenerme en esta última serie y analizar desde esa caracterización las novelas Los Topos (2008) de Félix Bruzzone, Una muchacha muy bella (2014) de Julián López y Una misma noche (2012) de Leopoldo Brizuela. Si bien los narradores de las novelas de Bruzzone y López son hijos de desaparecidos y el de la novela de Brizuela es hijo de un egresado de la Escuela de Mecánica de la Armada, en los tres casos esos hijos esquivan o cuestionan el accionar de sus padres durante los años ´70 a la vez que construyen una posición que pretende estar desligada de ese pasado familiar. Lo interesante es que ninguno logra desligarse por completo de esa genealogía, en tanto las marcas del pasado vuelven en el presente asumiendo distintas formas. En este sentido, me interesa pensar cómo estas novelas construyen las tramas biográficas de los personajes que se presentan como hijos, indagar qué vínculos establecen con la generación de sus padres, cómo se apropian o rompen con la herencia que les fue dada y cuáles son las marcas generacionales que les permiten hacerlo