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Tras la federalización de Buenos Aires en 1880, el territorio de la ciudad (sede del poder político, económico y administrativo de la Nación) se convirtió también en un espacio cognitivo común. Esta unificación fue producto de una intensa labor de recopilación y sistematización de información estadística que supuso la definición de prioridades y consensos respecto de qué y cómo medir. Por entonces, la elaboración de estadísticas oficiales, considerada una actividad científica, era valorada al mismo tiempo como una pieza clave de la maquinaria administrativa y una brújula para la orientación del Estado. Este trabajo parte de la creación de la Oficina de Estadística Municipal en 1886 y se ocupa de su crecimiento, durante las décadas siguientes, de la mano del estadístico Alberto Martínez, miembro pleno de la comunidad estadística local decimonónica, vinculado a reparticiones estadísticas y asociaciones académicas extranjeras, y participante de un espacio de divulgación científica trasnacional. Sus publicaciones procuraron la integración estadística de la Ciudad de Buenos Aires en el concierto de las principales metrópolis de las Naciones entonces consideradas civilizadas. La promovieron como la ciudad moderna al Sur del continente americano. Pero, la medición de los fenómenos sociales propios de ese organismo vivo que constituía bajo su mirada la ciudad, aportaba también una expresión de las tensiones y la complejidad de la vida moderna que las estadísticas procuraban retratar.