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Usualmente, las ciencias sociales apelan a la noción de crisis para definir un estado de cosas en el mundo, y lo hacen mayormente de modo a-problemático. Así proceden la economía, la sociología, la historia y la psicología, con el propósito de caracterizar situaciones objetivas. La antropología clásica también ha recurrido a la noción de crisis de un modo similar, aunque durante mucho tiempo su uso estuvo restringido a muy pocas dominios de la realidad. Podemos asegurar que hasta mediados del siglo XX el término "crisis" no fue objeto de especial atención. Principalmente, el término aparece para caracterizar a las crisis vitales asociadas a los ritos de pasaje o transición. De acuerdo al análisis de Victor Turner (1969), quien retomó los estudios pioneros de Arnold Van Gennep (1986). Estas crisis designaban aquellas instancias de la vida individual que entrañaban cambios biológicos (nacimiento, menstruación, inicio de la capacidad reproductiva, envejecimiento, muerte), los cuales se correspondían con nuevos estados o posiciones sociales (niñez, adolescencia, juventud, adultez, matrimonio, etc.). El ciclo de la vida no era otra cosa que la secuencia encadenada e irreversible de las crisis de vida que se iniciaban en el nacimiento y concluían con la muerte. Los ritos asociados a tales crisis contribuían a demarcar los cambios de status social, y a organizar el pasaje de un estado social a otro. La idea de crisis denotaba, pues, la irrupción de una situación en la que el estado previo y hasta allí vivido como "normal" había dejado de existir, situación que debía resolverse en un nuevo estado social, distinto al precedente. La resolución de la crisis de vida era lograda a través de los ritos de transición, los cuales tendían un puente entre el estado anterior desaparecido y el nuevo estado que aún no había acaecido, restaurando así el curso de una nueva "normalidad".