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"Argentina se hizo grande gracias a su clase media" es una de las frases más frecuentes en el país. Por lo general, esta declaración ha sido utilizada para justificar el éxito de diferentes sectores de la población, su mejora económica o educativa. Otra frase común es: "Este es un gran país gracias a los inmigrantes". En el contexto de este enunciado, hablar de los inmigrantes "claramente" es referirse a los inmigrantes europeos. Estos inmigrantes son a menudo diferenciados de otros que llegaron a Argentina procedentes de países vecinos como Bolivia y Paraguay. Es imposible desarrollar aquí las razones que llevaron a esta distinción, que se expresa día a día en los prejuicios y la discriminación. Lo relevante es que desde mediados del siglo XX al menos, la Argentina ha sido presentada como "un típico país de clase media", una "isla en la polarizada América Latina" que la aproximaría a la América Anglosajona y Europa Occidental. Y que la razón principal esgrimida postulaba la existencia de una inmensa población descendiente de inmigrantes europeos, que había logrado mejorar sus niveles de vida en el paso de una generación a otra merced a la adquisición de capacidades en el sistema educativo, así como mediante actividades comerciales y empresariales. Como sabemos, una de las versiones más populares y aceptadas sostiene que la inmigración europea que llegó al país entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX ha dado lugar a la clase media argentina: es decir, la población de inmigrantes europeos y sus descendientes ascendieron en la escala social a través del trabajo duro y la educación. Lo que quiero plantear en este trabajo es que, efectivamente, existe una estrecha relación entre la "clase media" y la "inmigración procedente de Europa", pero que esta relación es de un orden más complejo que el que usualmente se postula.