IBBEA   24401
INSTITUTO DE BIODIVERSIDAD Y BIOLOGIA EXPERIMENTAL Y APLICADA
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Las flores de Mburucuyá = Pasionaria en manifestaciones del patrimonio cultural
Autor/es:
1.AMELA GARCÍA, M. T.; CHAÍN, J. M.
Lugar:
Capital Federal
Reunión:
Congreso; I Reunión Internacional Intersecciones Ciencia, Arte y Patrimonio; 2018
Resumen:
INTRODUCCION. En el mundo se conocen más de 525 especies de Passiflora (Kluger & King, 2004), la mayoría nativas de América, principalmente del norte de Sudámerica. En la Argentina crecen 19 especies, desde el norte hasta el centro, hallándose en la provincia de Buenos Aires mayoritariamente Passiflora caerulea (Fig. 1, A), probablemente la más conocida del género, posiblemente por su amplia distribución (desde Brasil) y porque fue descripta por Linneo (1753) definiendo el género.Quizás porque estas flores poseen ciertas particularidades, no pasan desapercibidas y suelen resultar hermosas para algunos, así como también, extrañas para otros. Las peculiaridades incluyen el androginóforo y, lo más llamativo, la corona (Fig. 1, A). Otras diferencias con flores de otros géneros son el patrón visual que conforma la disposición de las piezas: sépalos visibles, contribuyendo a la forma de la flor, formando con los pétalos dos pentágonos alternos (Amela García, inéd.). La forma pentagonal de la corola es usual en flores de muchas especies (Rosenvasser Feher, 2009), no así dos pentágonos alternados. El pentágono es una figura geométrica que responde a las proporciones áureas (Sáenz, 2011), consideradas símbolos de belleza, y empleadas por muchos artistas en obras de diversa índole (Amster, com. pers.).En la presente contribución se recopilan distintas atribuciones culturales y expresiones artísticas vinculadas con flores del género Passiflora otorgadas por distintos pueblos. DESARROLLO. Para el pueblo avá-katú-eté, de Paraguay, una especie de este género es la planta preferida por la divinidad solar, manifestado por su nombre (mburukujá = que produce trance, fervor religioso) (Bartolomé, 1977) y, como muchas otras plantas, es protagonista de la mitología y leyendas de distintos pueblos (Bartolomé, 1977; Avalos, 2010). Algunas de las denominaciones de otros pueblos originarios de América parecen tener una conexión lingüística, aunque con significados distintos: maracok o maricock y mahcawq (algonkian y powhatan, respectivamente, Virginia), maypop (sur de E.E.U.U.), merécuya (Caribe, Guadalupe), mburucuja (guaraní) y múrucuya (tupí) en Sudamérica, este último derivado de muru (comida) y cuya (vasija), a excepción de otras de pueblos mexicanos como coanenepilli y tzinacanatlapatli (Peckoldt, 1909 en Kluger & King, 2004).Cieza de León, en 1553, fue el primero en denominar granadilla a un representante de este género (Kluger & King, 2004), por la semejanza que vio en sus frutos con el que conocía de la especie europea Punica granatum, granada (Fig. 1, B-C). Posteriormente, ese nombre fue ampliamente utilizado para varias especies del género y aún se asigna vulgarmente a algunas, principalmente en América central. Los exploradores botánicos de los siglos XVI y XVII documentaron varias especies en sus dibujos (Fig. 1, D-E), destacando su ?hechura tan extraña y maravillosa? en sus descripciones (Cobo, 1653, en Mardones Bravo, 2012). Por otro lado, vincularon las distintas piezas florales con elementos de la pasión de Cristo (Kluger & King, 2004), imponiéndole desde entonces el nombre de pasionaria o flor de la pasión, quedando reflejado en el nombre científico genérico. Esa atribución fue empleada como elemento evangelizador (Kluger & King, 2004), al extremo de interpretar que era prueba de que el edén bíblico se hallaba en América porque el fruto de P. ligularis era el prohibido (Pinelo, 1656, en Mardones Bravo, 2012). Incluso el afán místico llegó a interpretar erróneamente la posición de algunas piezas florales, forzando la representación (Fig. 1, F). Esta impronta se plasmó en el arte sacro barroco en imágenes (Fig. 1, G-I), donde aparecen las flores asociadas a distintas vírgenes (Mardones Bravo, 2012). Más recientemente, podemos apreciarla en los mosaicos que cubren el piso de la catedral de la ciudad de Buenos Aires (Fig. 1, J). Sólo dos naturalistas criticaron esas advocaciones, alegando no reconocer ningún elemento de la pasión cristiana y agregando que, mediante la imaginación, es posible encontrarlos en cualquier otra flor (Kluger & King, 2004).El valor estético fue reconocido por distintas culturas. Según los cronistas españoles del s. XVI, los habitantes de la zona andina usaban las flores como adorno para las jóvenes, como regalo de bienvenida a visitantes, y en las sepulturas para acompañar a los muertos (Olaya, 1991). Por medio de los expedicionarios españoles se conocieron en Europa. Se estima que desde 1612 se cultivan como ornamentales en ese continente (Kluger & King, 20014). En la actualidad, existen coleccionistas en todo el mundo, comunicados por listas de discusión online (passiflora-1@nic.surfnet.nl y ig.passionblumen@t-online.de) y por publicaciones ad hoc: Passiflora (Passiflora Society International, Coconut Creek, Florida) y Passiflorunde (Interessengemeinschaft Passionsblumen, Viena). Esta valoración se ha reflejado en manifestaciones artísticas laicas, por ejemplo, pictóricas (Fig. 1, K) o cerámicas (Fig. 1, L). Más contemporáneamente, sus interacciones con otros organismos han sido inspiradoras de objetos de diseño, con la intención de afianzar el vínculo entre humanos y naturaleza (Avila, 2017). Aludiendo a su belleza, se la menciona en varias canciones del patrimonio folkórico musical de la Argentina (Correa, 2011).Como reconocimiento a un elemento considerado importante en el paisaje natural, aparece en la denominación de un pueblo y un parque nacional en la provincia de Corrientes (Argentina), ubicados en una región donde crecen al menos 5 especies. Una de ellas se constituyó en la flor nacional de Paraguay (Rodríguez, 2011), habiendo sido representada en una de sus monedas. P. caerulea fue propuesta como candidata para la Argentina, oportunidad en que se le atribuyeron a la flor similitudes con la escarapela patria (Fig. 1, M). Actualmente, considerando su carácter nativo, se está usando como símbolo en la folletería de áreas naturales protegidas donde crece, o simplemente incorporada como componente común de la naturaleza (inicio de la animación Superinsectos en canal de TV abierta digital para niños Paka-Paka).CONCLUSIONES. El simbolismo religioso asignado por los colonizadores a un elemento con connotaciones divinas, otorgadas previamente por los pueblos originarios, es equiparable a la construcción de templos de la religión del pueblo colonizador sobre lugares sagrados del colonizado. Por otra parte, estas flores son un claro ejemplo de la existencia de una retroalimentación entre naturaleza y cultura: la atribución del valor del elemento natural, ya sea religioso, artístico, ecológico, utilitario (este último aspecto no tratado aquí pero también existente) se representa en una manifestación cultural (material u oral), que a su vez contribuye a mantener y transmitir el conocimiento y la valoración sobre dicho elemento, lo que resulta además de utilidad, en caso necesario, para la conservación de dicho recurso.