IDACOR   23984
INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA DE CORDOBA
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Martirio y Revolución
Autor/es:
LACOMBE, ELIANA
Lugar:
Córdoba
Reunión:
Congreso; X RAM- "Situar, actuar e imaginar antropologías desde el Cono Sur; 2013
Institución organizadora:
UNC-FFyH- Departamento de Antropología
Resumen:
Esta ponencia es resultado de algunos avances de mi investigación para el Doctorado en Ciencias Antropológicas de la UNC. En mi proyecto de investigación me propongo reconocer y comprender ciertas memorias públicas locales en torno a la experiencia del MSTM en Córdoba. En mi trabajo de campo una de las cuestiones que me resultó llamativa fue descubrir las diferentes maneras en que la militancia católica progresista significó desde la década del ?60, las muertes violentas en el marco de enfrentamientos políticos, lo que hoy usualmente nombramos como ?víctimas del crimen político?. En la década del 60? el sistema de valorización moral de las muertes como consecuencias de crímenes políticos se desdoblaba en función de dos clasificaciones de la violencia según fuera ejercida en pos de la liberación del Pueblo (buena) o de su opresión (mala). Así, los militantes del campo popular asesinados por fuerzas represivas estatales o paraestatales aparecían en los discursos de izquierda cristiana representados como ?mártires?. Mientras que los representantes del poder opresor asesinados por los grupos guerrilleros, como Aramburu aparece tiviamente nombrado como desaparecido. Llama la atención que tanto en uno como en otro caso no aparecen categóricas condenas a los que matan sino más bien disputas por categorizar diferencialmente a los que mueren. El mártir emblemático de mediados de los 60? entre grupos católicos fue el sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres y su figura fue popularizada en Argentina como modelo de cristiano revolucionario por el grupo de la revista Cristianismo y Revolución del exseminarista Juan García Elorrio. Ese modelo de representación del revolucionario asesinado fue extendido a los militantes muertos en Argentina. De ese modo los asesinados por las fuerzas de seguridad de la dictadura de Onganía fueron reivindicados por grupos cristianos progresistas como el MSTM como mártires (Maza en la Toma de La Calera, los ?mártires de Trelew?). En tal sentido fue habitual la interpretación de determinados versículos del Nuevo Testamento en clave sociológica, construyendo analogías entre la narrativa bíblica y la interpretación de la realidad política de su presente; como por ejemplo las palabras de Juan: ?no hay amor más grande que dar la vida por el hermano? traducido como ?la mayor opción de un cristiano es dar la vida por el Pueblo?; dónde dar la vida por el pueblo condensaba un ideal de realización violenta hacia el Socialismo. De ese modo la realización de la Revolución se creía mediada por el sacrificio martirial. El nacimiento a un mundo y un hombre nuevo aparecía necesariamente precedido, en el imaginario del militante revolucionario, por la muerte sacrificial de los sujetos más puros en pos del bien de otros. De tal manera los campos religiosos y políticos aparecen solapados o fusionados. Los repertorios morales sobre la violencia liberadora y opresora ?y en correlación las valoraciones sobre las buenas muertes violentas- comienzan a transformarse hacia el interior del mismo grupo alrededor de 1974, y aparece de manera evidente tras el asesinato de Rucci, cuando parter del MSTM la califica como ?crímen ajeno al plan de Dios? y argumenta la condena de ese hecho en función del cambio hacia un contexto político ?democrático?. Por entonces los documentos del MSTM dejan de aparecer publicamente, un año después asesinan al sacedote tercermundista Carlos Mujica y la desazón inmediata sobre quiénes habrían sido los perpetradores (la extrema derecha o izquierda) habla de la gran confusión que reinaba entre los grupos revoluciuonarios en esa etapa, lo que planteaba profundos desafíos a sus sitemas de clasificación de las violencias, de los amigos y enemigos. En Córdoba, algunos sacedotes que habían participado del MSTM se reagrupan en 1976 tras la sospechosa muerte en un accidente de tránsito del obispo Enrique Angelelli, un exsacedote y obispo auxiliar de la diósecis de Córdoba, para conmemorar su muerte como martirio y reclamar el esclarecimiento del hecho. El grupo Angelelli integrado por sacerdotes y el Centro Tiempo Latinoamericano conformado por laicos son actualmente los principales promotores de la memoria sobre Angelelli y representantes de la corriente católica progresista local. Desde la década del 80? han construido un nuevo sentido sobre el ?martirio? en torno a la figura de Angelelli ya que el obispo no representa al combatiente sino a un trabajador por la transformación pacífica en favor de los más pobres. Si bien la categoría ?martirio? continúa siendo el modo preferencial de los católicos de nombrar la muerte violenta por razones políticas aparece cargada moralmente de manera diferencial por grupos afines en diferentes épocas. Mientras la figura de Camilo Torres reclamaba la toma de las armas, la figura de Angelelli reclama Justicia, uno es sinónimo de Revolución y el otro de Democracia. En el desplazamiento de la imagen de Camilo hacia la centralidad de Angelelli en los discursos del cristianismo progresista de Córdoba puede evidenciarse el silenciamiento sobre la opción política armada, la Revolución y el Socialismo.