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La tradición político-intelectual reformista ha concentrado el centro de atención en los sucesos de 1918 relegando, para los años veinte, un interés mayor en la expansión continental del movimiento reformista o a las vicisitudes del estudiantado expresadas en huelgas y demás manifestaciones. Paralelamente, y en consonancia con cierto antiacademicismo que gran parte de sus primeros promotores adjudicaron a la lucha reformista, se ha prestado escaso cuidado al derrotero universitario de quienes, en tanto líderes del movimiento iniciado en 1918, ingresaron en la Casa de Trejo en un proceso, conflictivo y ambiguo. Basculando entre el compromiso político activo y la práctica intelectual, los principales referentes del reformismo protagonizaron numerosos y destacados eventos académicos que tuvieron en Saúl Taborda o Deodoro Roca entre sus fundamentales animadores. El acceso del grupo de egresados y docentes reformistas a los espacios de poder en la universidad y un escenario institucional para ellos beneficioso a comienzos de los años veinte posibilitó variadas acciones de renovación intelectual con un éxito igualmente dispar.