IDACOR   23984
INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA DE CORDOBA
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
La Primera Convención Nacional de antropología: acordar un lenguaje, resignificar la arqueología argentina.
Autor/es:
MARIELA ZABALA
Libro:
Antropologías argentinas: determinaciones, creatividad y disciplinamientos en el estudio nativo de la alteridad.
Editorial:
Ediciones Al Margen
Referencias:
Lugar: La Plata; Año: 2014; p. 251 - 272
Resumen:
Para 1960 en Argentina la Ciencias Antropológicas contaban con una larga trayectoria de investigación y como materia era enseñada, en alguna de sus ramas (arqueología, lingüística, folklore, prehistoria y etnología), en carreras a fines a las ciencias naturales y a las humanidades en las universidades nacionales. Los espacios de trabajo de los ?antropólogos? , salvo en el caso de La Plata que era en el Museo de Ciencias Naturales, en el resto del país era en instituciones universitarias vinculadas a las humanidades. Estos centros de enseñanza e investigación eran museos universitarios, nacionales, provinciales o municipales. Muchas de estas contaban con publicaciones especializadas periódicas propias donde difundían los resultados de sus investigaciones. La institucionalización de las Ciencias Antropológicas como disciplina universitaria en Argentina tuvo lugar en la Universidad Nacional de La Plata en 1958 (en adelante UNLP) y la Universidad de Buenos Aires en 1959 (en adelante UBA), y como una especialización en la Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional del Litoral (en adelante UNL). De allí egresaron los primeros antropólogos académicos- universitarios porque hasta el momento, en su gran mayoría, eran autodidactas, otros con carrera de grado en ciencias médicas, biología o historia, y luego doctorados en ciencias antropológicas o en alguna rama que la componían en el país o en el extranjero. En gran número los autodidactas estaban radicados en el interior del país o en lugares próximo a los sitios, y los doctores en ciencias antropológicas en la UNLP y UBA, principalmente. Está disparidad de formaciones académicas generaba una diversidad de modos de nombrar, investigar, enseñar y comunicar la disciplina, y produjo, en algunos antropólogos del país, la necesidad de reunirse para convenir un lenguaje en común para describir, nombrar, medir y clasificar la cultura material con la que trabajaban. Si tenemos en cuenta que en el métier de las Ciencias Antropológicas se usa por excelencia como modo de conocer a otras culturas el método comparativo, es imprescindible tener un lenguaje en común para poder lograr conocimientos verdaderos y legibles para los pares. Pero en el país ya existía como espacio de reunión de los antropólogos las Semanas Antropológicas, que eran ?verdaderos congreso? (Guber 2006), realizadas por la Sociedad Argentina de Antropología, fundada en 1936 y con sede en el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti de la UBA. En el eje UNLP-UBA, además, tenían museos universitarios dedicados a los estudios de las ciencias antropológicas desde fines del siglo XIX, con sus respectivas publicaciones periódicas especializadas, había sido sede de dos Congreso de Americanistas (1916 y 1932), y gozaba de una práctica profesional fundada en la academia a partir de la creación de las carreras. Asimismo, en el caso de la UBA, su cuerpo docente estaba conformado por doctores, venidos del extranjero, con una formación eximia, como era el caso del etnólogo italiano José Imbelloni (1885-1967), que arribó al país en las primeras décadas del siglo XX, volvió en 1915 a su país para participar como voluntario en la Primera Guerra Mundial, y en 1920 se doctoró en Ciencias Naturales en la Universidad de Padua con una tesis sobre craneometría. Él incorporó a la UBA en 1948, tras la Segunda Guerra Mundial, al prehistoriador y arqueólogo tirolés Oswald Menghin (1888-1973). Ese mismo año arribó el antropólogo físico romano Marcelo Bórmida (1925-1973) recomendado por su maestro el raciólogo Giuseppe Sergi para que trabajar con Imbelloni (Guber 2006). Estos tres científicos habían aprendido y enseñaban el paradigma difusionista histórico-cultural en boga en los países de Europa central y en Argentina, mediante el cual podían sentirse parte de una comunidad científica internacional con la que intercambiaban saberes. Esta situación de diferencia entre el eje porteño-platense y el interior del país en algún punto se compensaba con la homogeneidad, casi indiscutible, del uso del paradigma científico difusionista histórico-cultural. Pero para algunos antropólogos esto no alcanzaba, y generaron un espacio de intercambio para producir nuevos conocimientos, una normativa legal que regulara la práctica profesional y un lenguaje ¿Cómo llamar a algo hallado en los viajes, excursiones y/o excavaciones? ¿Ejemplar, antigüedad india, cosa y/o pieza? ¿Piedra o lítico? ¿Cerámica o barro? ¿Cómo describirlo? ¿Cómo describir un textil? ¿Un bien arqueológico era lo mismo que un bien paleontológico? ¿Podían estar incluidos en la misma Ley 9080 sancionada en 1913? ¿Esa ley estaba acorde con la práctica arqueológica de ese momento? ¿Qué tratamiento legal debía recibir un bien arqueológico? ¿Qué estaba sucediendo con la población indígena en el país? ¿Cómo debían ser estudiadas? ¿Qué interés movilizaba a conocerlas? La población indígena ¿era un problema sólo de la antropología o también de las políticas de estado? Algunos de estos problemas epistemológicas, jurídicas y corporativas fueron compartidos, evaluados y puestas en perspectivas por los arqueólogos y etnólogos que se reunieron, el día 8 y 9 de noviembre de 1963, en la Mesa Redonda de Olavarría con motivo de la inauguración del Museo Etnográfico Municipal ?Dámaso Arce?. En esa Mesa proyectaron la realización de la 1 Convención Nacional de Antropología para ampliar la discusión a nivel nacional. Por la amplitud de los temas abordados en la Convención en esta presentación sólo me limitaré a problematizar los acuerdos en dos materiales: cerámica y lítico. La selección se fundamenta en que estos materiales permitían conocer modo de vida muy distintos de culturas prehispánicas que habitaron el noroeste y la Patagonia Argentina. Siguiendo a Bourdieu (2000), los participantes de la Convención al buscar crear acuerdos acerca del modo de describir, crear tipos y definir un lenguaje específicos para los arqueólogos, está cuestionando el orden vigente del campo disciplinar y la autoridad científica de sus detentores. La competencia está puesto en discusión el modo de crear conocimientos-verdades sociales sobre el pasado prehispano de los antiguos pobladores del noroeste y la Patagonia argentina, especialmente.