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En la segunda mitad del siglo XX se han generado diversas extensiones de la teoría evolutiva hacia nuevos campos disciplinares, como la economía evolutiva, la epistemología evolutiva, la teoría evolutiva de la cultura y de las teorías científicas (Brey, 2008). Incluso ha habido intentos más generales de una teoría universal de la evolución que trasciende la evolución biológica ( Dennett 1995). El reclamo central del darwinismo universal es que los principios de la evolución por selección natural no sólo subyacen a procesos biológicos sino que son claves para el logro de todo orden funcional. Por lo tanto, la evolución biológica es sólo una instancia particular de un fenómeno más general. En este trabajo tomaremos una de estas derivas teóricas, la de la evolución cultural, con el objetivo de indagar las relaciones con otra, la de la evolución tecnológica, con el propósito de establecer algunas conexiones que nos permitan aclarar similitudes, diferencias y dependencias. Ciertamente, las teorías evolutivas de la tecnología y la cultura que han adquirido prominencia desde la década de 1980. En el ámbito específicamente tecnológico, la noción del cambio tecnológico como el producto de la acción racional basada en conocimientos validados científicamente (Bunge, 2004) con una estructura problema/solución, ha sido fuertemente criticada desde posiciones evolucionistas. Pretendemos argumentar que el conjunto de teorías de la evolución tecnológica y la evolución cultural conforman un espectro que tiene en uno de sus extremos posturas según las cuales los mecanismos evolutivos actúan sobre los objetos tecnológicos de manera más autónoma (Simondon, 2007) y, en el otro extremo, posturas que entienden que para que los artefactos evolucionen es condición necesaria que evolucionen otro tipo de entidades inmateriales, como, por ejemplo, el ?know how? tecnológico (Mokir, 2000), o entidades mentales que son seleccionadas y que tienen capacidad de reproducción diferenciada, según la controvertida teoría de la memética (Dawkins, 1976). En estos últimos casos, el cambio tecnológico es explicado por un proceso de co-evolución que implica dos tipos de entidades, mental y artefactual, retroalimentándose de manera positiva (Aunger, 2002). Es importante observar que este planteo resta autonomía al cambio tecnológico ya que lo vincula al cambio conceptual y cultural. Sin embargo, en este segundo extremo del espectro, tampoco habría consenso acerca de cuáles son los mecanismos específicos y las ?unidades? de selección en el dominio de la evolución cultural. Para algunos, la transmisión cultural sería un mecanismo de preservación que permite la selección entre diferentes rasgos culturales (Boyd y Richerson, 1985, Dennett, 1990), para otros, un proceso de transformación en el que los individuos recrean esos rasgos cuando los transmiten (Sperber, 1996). Este segundo grupo explica la permanencia de los rasgos culturales no como el resultado de copias de alta fidelidad, sino por la existencia de ?atractores culturales? (un cierto patrón de transformaciones en la transmisión de las representaciones culturales) .En base a ello, hay tres cuestiones sobre las que quisiéramos indagar: (a) ¿qué relación existe entre el cambio tecnológico y el cambio cultural?, (b) ¿cuál es la unidad de análisis (artefacto, mecanismo, linaje técnico, función, etc.) más apropiada para explorar esta relación?, y (c) ¿qué mecanismos de variación y selección son posibles identificar en uno y otro caso? Consideramos que el mejor modo de responder a estos interrogantes es analizar distintas teorías de evolución cultural y evolución tecnológica en cada ámbito, atendiendo a los mecanismos evolutivos que cada una de ellas postula para explicar la generación de variabilidad y la selección de variaciones.