China, o sobre el saber y la felicidad según Alberto Laiseca.

CANDELARIA DÍAZ GAVIER

Nueva York

Congreso; la XXV NYU (New York University) y Columbia Graduate Conference ?Happiness Conference"; 2017

Cuando el cínico Antístenes dijo que lo mejor para los hombres era ?El morir felices? (Diógenes Laercio:1996), decía en realidad que para morir se requería tanta virtud como para vivir, y esa virtud requería sabiduría. La formulación de esta frase es también representativa del vitalismo de su filosofía, ya que implicar su contrario sin decirlo constituye una ?enseñanza a través de la no enseñanza? (Sloterdijk,2003:249), principio que da razón al carácter ágrafo de su escuela. A esa misma sabiduría se refiere Alberto Laiseca en el poema ?La otra sabiduría? (2005:90). Allí, dice, está ?el corazón de una mujer? (Ibid), seguramente aquella que ha lo ha enamorado, y a pesar de que ?Un hombre enamorado nunca será un astuto guerrero,/ ni un gran sabio, ni un buen poeta? (2005:35), lo escribe de todos modos, aún cuando sea ?Un poema vulgar?, según su título.En la novela La mujer en la muralla (1990), el escritor remeda un Maestro que sabe sobre la construcción de la Gran Muralla China lo que la humanidad desconoce: el punto de vista de los postergados y su padecimiento. La China le permite al cínico Laiseca desplegar ambas sabidurías, la que hace hablar al postergado por obra de su insolencia ?delirante? (Friera:2007), y la ?otra?, la indecible, en la cual la escritura es un acto de vitalismo, donde el delirio es impune y el saber está al alcance del oprimido: es la felicidad.