Tres modelos de memoria en la Grecia clásica

LEANDRO GARCÍA PONZO

Congreso; Coloquio Internacional de lenguajes de la memoria; 2014

La Grecia arcaica que había sacralizado a la memoria (Mnemosýne) como diosa titán, hermana de Cronos y de Océanos, madre de las Musas, cuyo coro dirigía. Mnemosýne, además, presidía la función poética y ofrecía el don divino a los rapsodas que, inspirados por ella, tienen el poder de habitar el pasado, de tener de él una visión directa y vívida. Platón no deja de reconocerlo en el Ión1 . Lo cierto es que los poetas, capturados por el enthousiasmós, buscan los orígenes2; narran, en una sucesión indefinida de ciclos, los linajes divinos que conforman a su vez una cosmogonía encerrada en un tiempo circular. Por su parte, la elaboración platónica de esta tradición ha dependido en gran medida de la función que han atribuido a la memoria tanto Pitágoras como Empédocles. En la teoría de la transmigración de las almas se cifra el paso de un tipo de memoria a otro. La memoria platónica - escribe Vernant- ?ha perdido su aspecto mítico: la anámnēsis ya no trae consigo del más allá ni el recuerdo de las vidas anteriores. Pero conserva en sus relaciones con la categoría de tiempo y la noción de alma una función análoga a la que era exaltada en el mito. No busca hacer del pasado como tal, un objeto de conocimiento. No se propone organizar la experiencia temporal; ella quiere sobrepasarla?3. Finalmente, aparece un tercer modelo, ligado al nombre de Aristóteles, quien, siguiendo a Demócrito, hace depender del cuerpo a toda actividad mental, incluida la reminiscencia. Cuando el la parte del cuerpo afectada es el corazón, el alma se pone en movimiento y busca de manera activa la imagen mental que está buscando. La reminiscencia es, de este modo, una investigación deliberada del alma, oponiéndose a la simple evocación, pero constituye en definitiva una forma auxiliar de conocimiento, en ningún caso identificada con una forma de salvación humana.