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¿Es posible pensar un realismo democrático, que no se reduzca a una mera afirmación de lo dado como principio de corrección contra las idealizaciones de la política? Para esbozar una respuesta a esta pregunta parto del tironeo entre lo que llamamos abstractamente una izquierda radical y el kirchnerismo en Argentina. Pero entiéndase, entonces, esta izquierda no como un partido político específico con una plataforma de gobierno sino como esa zona de los ideales con la que cualquier gobierno de corte popular debe medir fuerzas. Es, en efecto, esa tensión (necesariamente no resuelta) la que posibilita pensar más sustancialmente un realismo democrático, más acá y más allá del mapa de poder del presente.