INVELEC   23402
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOBRE EL LENGUAJE Y LA CULTURA
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Hacer vivir/dejar morir: la lección del vampiro
Autor/es:
DENISE LEÓN; MARIANA CARLÉS
Lugar:
Tucumán
Reunión:
Jornada; Primeras Jornadas Nacionales sobre estética, cine y política; 2017
Institución organizadora:
Facultad de Filosofía y Letras y Escuela Universitaria de Cine, video y TV
Resumen:
Hacer vivir/Dejar morir: la lección del vampiroAutoras: Dra. Denise León y Lic. Mariana CarlésPertenencia Institucional: CONICET-UNT/ UNTCorreo: deniseleon90@gmail.com; marianacarlesmichel@gmail.comEje Temático seleccionado: El arte contemporáneo como pensamiento.Resumen: María Negroni propone en Museo Negro que la literatura gótica fue una especie de gangrena en el costado del Iluminismo. Frente a ese reino racional de clasificaciones que propone la Ilustración, lo gótico lo que hace es ejecutar una serie de fantasías prohibidas donde retorna todo eso que la razón intenta controlar, reprimir: el vampirismo, las alianzas entre el placer y la tumba, la flagelación, el amor homosexual, la atracción por lo exótico y la necrofilia que conoció el SXIX, provienen de una concepción de la belleza vinculada con el mal, con lo corrupto y lo decadente que impulsó el Romanticismo. Como se sabe, los vampiros son criaturas que se alimentan de la esencia vital de otros seres vivos (usualmente bajo la forma de sangre) para así mantenerse activos. Originalmente, los vampiros fueron humanos, pero ahora están en un estado intermedio entre la vida y la muerte, de ahí que se les llame no-muertos, revinientes o redivivos. Por otra parte, el vampiro está no sólo en una zona de pasaje entre los vivos y los muertos, sino también entre lo humano y lo animal. La literatura vampírica refiere que estos seres pueden transformarse no sólo en niebla como los espectros, sino también en diferentes animales y ejercen un dominio sobre ellos. Por otra parte, esta relación con lo animal se intensifica, porque una vez convertido en vampiro, este nuevo ser se vuelve un depredador insaciable, que padece un apetito que nunca se acaba, similar al de las bestias. Justamente, un gesto que aparece en los relatos de vampiros con los que vamos a trabajar, consiste en instalar este elemento insaciable que pasa por la sexualidad y el alimento, unidos en la figura retórica del vampiro. Todas las historias de vampiros postulan una poética de la fusión que revela, en su revés, un pánico al deslizamiento del amor pasión hacia la muerte.No es casual que desde los primeros relatos se hayan establecido relaciones entre los vampiros y las sexualidades consideradas diferentes, perversas o alternativas. Los vampiros desafían el orden heteronormativo no sólo en el sentido de una sexualidad ?contra natura? o vinculada a placeres perversos o desviados, sino también porque se trata de entregarse a un deseo que de alguna manera ?no es el correcto?, se trata de un placer no ligado a la procreación de hijos y porque también establece una relación entre sexualidad, enfermedad y contagio. El crimen del vampiro tiene que ver con la contaminación. A lo largo de sus apariciones durante los siglos XIX, XX, y XXI estos monstruos iluminan un territorio clave que tiene que ver con el cuerpo y el catálogo imaginario de sus posibilidades.Además de la relación planteada por Negroni, nosotras consideraremos aquí que los relatos de vampiros nos permiten adentrarnos en una línea de pensamiento que se va desarrollando durante toda la Modernidad. Una especie de camino paralelo a esa tradición de la filosofía moderna que se ocupa de explorar el núcleo racional y voluntario de la existencia humana, colocándolo en el centro del pensamiento y la acción política. Esta línea alternativa, que toma una forma más clara a principios del SXIX, justamente va en dirección contraria, porque lo que hace es destacar el elemento corpóreo e irracional que constituye el sustrato profundo e ineludible del ser humano. Nuestra propuesta parte de la premisa de que es posible leer un producto televisivo contemporáneo como la serie de Allan Ball, True Blood (HBO, 2008) como una zona de cruce de los tres elementos o ejes del sistema foucaultiano: la locura, la sexualidad, el crimen. El vampiro tiene que ver con todos los excesos del cuerpo que el poder intenta controlar, administrar: por un lado, es un emblema erótico, funciona asimismo como metáfora de enfermedades contagiosas y de procesos psíquicos anormales; y finalmente construyen una especie de campo de visibilidad, una escenografía, un modo de leer nuestras sociedades actuales. Los vampiros, al igual que otros monstruos, nos permiten discutir sobre una distinción clave: que es lo que las sociedades consideran humano y su reverso, todo lo que queda fuera de la humanidad. La alteridad, lo OTRO. Ese límite se construye, según Roberto Espósito, a partir del dispositivo de la persona. Por eso el recorrido se inicia en el dispositivo de la persona, en el que la biopolítica se asienta y funda la distinción entre vidas a proteger, vidas dignas, y vidas a abandonar, vidas descartables, y se centra en el análisis de esa distinción en dos relatos de vampiros: el film Drácula de Francis Ford Cóppola (1992), y la ya mencionada serie de Allan Ball, True Blood.