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En su libro Temas de literatura infantil (2015), Hanán Díaz plantea la existencia de libros perturbadores para niños, definidos como aquellos que pueden generar enormes turbulencias. Con la intención de interpelar al lector, se pregunta: ?¿Cuándo hablamos de perturbación nos referimos a lo que perturba a los niños o lo que perturba a los adultos?? (p.94). Algo similar podríamos preguntarnos con la clasificación de polémicos y conflictivos. ¿A quién le resulta polémico y conflictivo cierto tema? ¿La complejidad se presenta al momento de la transmisión de historias o en la escucha de los comentarios que los chicos tienen para hacer? En el marco de la nueva Ley Nacional de Educación de nuestro país (Art. 92) se estipula como contenido curricular común a todas las jurisdicciones el ejercicio y la construcción de la memoria colectiva sobre la última dictadura cívico-militar. Siguiendo a Jelin y Lorenz (2004) nos preguntamos qué hace la escuela con el pasado de conflicto político y represión estatal, cómo se lo incluye al currículum cuando las controversias sobre ese pasado están presentes en el escenario político y social cotidiano. En esta dirección, al pensar la inclusión de las memorias traumáticas en las agendas educativas consideramos junto a Nofal (2006) que la ficción literaria es un espacio privilegiado para la transmisión de capitales simbólicos y culturales a los chicos. En el presente trabajo nos proponemos reflexionar sobre la memoria y su posible categorización como tema polémico en la literatura para niños. El análisis de la novela Matilde (2016) de Carola Martinez Arroyo, publicada recientemente en la Colección Zona Libre de la editorial Norma -a la cual también pertenece El mar y la serpiente (2005) de Paula Bombara-, nos permitirá visibilizar los distintos actores y conflictos que supone la transmisión de la memoria en los países del Cono Sur así como también las particularidades del proceso chileno.