Coordinación y comentarios de la mesa La curaduría desde los procesos culturales de la modernidad tardía

ANA LONGONI

Buenos Aires

Simposio; Seminario Internacional ?Curaduría: entre la investigación y la animación cultural?; 2009

Universidad Nacional de Tres de Febrero

Debo decir que mi primera reacción ante la invitación de Diana Weschler a coordinar esta mesa fue defensiva. No me considero curadora, como si puedo reconocerme escritora, investigadora o docente, aunque alguna vez ante esta definición negativa recibió el llamado de atención de alguno que otro que recuerda la pequeña e improvisada gestión a cargo del espacio de exposiciones del Cedinci desde fines de los 90 (literalmente un garage) que se abocó al registro de las más diversas experiencias de articulación entre arte y política, o a algún trabajo en equipo más reciente, como el que emprendimos el año pasado en el CCParque de España de Rosario en torno al problemático e inevitablemente fallido desafío de exponer un archivo, el conservado por Graciela Carnevale sobre la actividad del Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario, conocido particularmente por sus fotos y documentos de Tucumán Arde. Allí eludimos nombrarnos como curadores, y preferimos hablar genérica y elusivamente de equipo de trabajo. Digo eludir porque tanto el término de procedencia anglosajona curador como el más castizo comisario develan una etimología transparente en cuanto a su figura de autoridad como guardianes. Los que ejercen el poder de un discurso que legisla y regula lo que el arte dice de sí. No abundaré aquí sobre esta cuestión sino a partir de un llamado a renombrar (o desnombrar) esa función en tanto articuladora entre el trabajo de archivo, documentación e investigación del pasado y del presente/ así como pensar nuevas estrategias que propicien la reactivación de la memoria de la experiencia/ a partir de experimentar con nuevos dispositivos de publicitación o visibilización (que excedan largamente los límites estrechos de la caja blanca). Desde la Red Conceptualismos del Sur, proponemos definir lo que hacemos o queremos hacer como actos de incitación(corriéndonos también del vocablo intervención, más asociado a la lógica de la militancia tradicional). Seríamos entonces (o querríamos ser) incitadores o incitantes, término éste aún más cargado de deseo) en nuestros roles diversos (desde el espacio universitario hasta las instituciones museales, desde los colectivos activistas hasta iniciativas de constitución de archivos).Y bien, para retomar el eje. La invitación de Diana me obligó a pensar en torno a mi incomodidad a partir de algunas ideas, que retomo en realidad de planteos de mi querida amiga Suely Rolnik, con quien integramos junto a otros 40 investigadores y artistas, la Red Conceptualismos del Sur desde hace menos de dos años. Suely, además de varios otros autores, se refiere a nuestra contemporaneidad en términos de capitalismo cultural o capitalismo cognitivo. El motor de esta nueva fase del capital es la rotunda incorporación de aquellas fuerzas de creación generadas por los movimientos contraculturales y emancipadores (políticos y poéticos) que surgieron en la época de los 60/70, es decir fuerzas subjetivas que fueron alternativas u opositoras y hoy constituyen el principal combustible de su insaciable hipermáquina de producción y acumulación de capital. En ese nuevo estado de cosas, en el que como es evidente el consumo constituye un mito fundamental, la potencia de creación (del arte, del intelecto) queda asociada al poder/ al mercado. Un mundo escindido en zombies hiperactivos incluidos/ trapos humanos excluidos: frutos interdependientes de la misma lógica de acumulación. El capitalismo incorporó los modos de existencia que aquellos movimientos inventaron contra él o en sus márgenes, y se apropió de las fuerzas subjetivas, dando lugar a un glamoroso ejército de nuevos trabajadores creativos y flexibles: el llamado cognitariado, del que sin duda son parte los curadores.