INVESTIGADORES
LONGONI Ana
congresos y reuniones científicas
Título:
Ya no abolir museos sino reinventarlos. Algunos dispositivos museales críticos en América Latina
Autor/es:
LONGONI, ANA
Lugar:
Pamplona
Reunión:
Simposio; Simposio Internacional. Qué hacer con los museos; 2010
Institución organizadora:
Universidad Pública de Navarra. Programa "Arte y cultura en las sociedades del siglo XXI. Cátedra Jorge Oteiza
Resumen:
En mayo de 1968 el artista Pablo Suárez se paró en la puerta de acceso al Instituto Di Tella, en pleno centro de Buenos Aires, y repartió a los asistentes a la exposición Experiencias 1968 y a los peatones que por allí pasaban miles de copias de una carta a Jorge Romero Brest, director del Centro de Artes Visuales del instituto, en la que renunciaba a participar de ninguna otra manera de la convocatoria. En su proclama se preguntaba retóricamente: ¿Es importante hacer algo dentro de la institución, aunque colabore a su destrucción? (?) Estas cuatro paredes encierran el secreto de transformar todo lo que está dentro de ellas en arte, y el arte no es peligroso. El gesto anti-institucional y el abandono del ámbito del museo, condensados en la acción de Suárez, son tópicos reiterados en muchos movimientos de vanguardia. Ante la pregunta ¿qué hacer con los museos?, esa posición histórica incitaría a abolirlos, impugnarlos, abandonarlos, dejarlos atrás. Podrían objetarse a esta pulsión dos grandes argumentos en la teoría del arte contemporánea. El primero, en la traza de pensadores como Brian Holmes, señala que hoy no puede delimitarse la frontera entre el adentro y el afuera del Sistema del Arte, sino pensar los éxodos entre lógicas y territorios entrecruzados y superpuestos. El segundo, en la línea de Jacques Rancière, implica la reivindicación de la experiencia de museo como una potencialidad política autónoma y emancipatoria. Me interesa aquí explorar una tercera alternativa, la emergencia disruptiva de un nuevo tipo de musealidad, a partir de algunos casos concretos ocurridos en América Latina en los últimos años. El Museo del Puerto de Ingeniero White, una iniciativa pública y comunitaria creada en 1987 por iniciativa, entre otros, del poeta Sergio Raimondi, ocurre básicamente en una cocina y un patio con macetas en donde se encuentran los vecinos de un viejo barrio obrero portuario devenido en polo petroquímico en la periferia de la sureña ciudad de Bahía Blanca. Trabaja sobre la historia y el presente de esa comunidad a partir de objetos (la vieja caja de herramientas para reparar redes de pescar de un vecino), memoria (recetas de cocina, canciones, testimonios) y prácticas cotidianas (un taller con escolares, una murga de carnaval). El Museo Salinas (México), impulsado desde mitad de los años 90 por el artista mexicano Vicente Razo en el baño de su vivienda en el DF, atesoró infinidad de baratijas y artesanías populares ridiculizando al entonces presidente Salinas de Gortari, una suerte de exorcismos o castigos iconográficos (en palabras de Cuauhtémoc Medina) ante la corrupción y la violencia de Estado. El lema del Museo, del que Razo se proclamó director, fue Dejar de hacer ready mades, empezar a hacer museos, e implicó no sólo un señalamiento de la vitalidad política irreverente de la cultura popular, sino también una crítica a la impávida institucionalidad artística oficial y al avant garde conceptual. Finalmente, el Museo Travesti del Perú, museo portátil impulsado desde comienzos de este siglo por el artista y filósofo peruano Giuseppe Campuzano, que propone una disruptiva narrativa travesti de la historia peruana, desde los tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Se trata de tres iniciativas que conjugan poética/política, historia, memoria e intervención sobre el presente, a partir de estrategias efímeras e incómodas, a la vez que insisten en denominarse a sí mismas museos y en apropiarse de sus rituales. ¿Museos falsos, mutantes, travestidos, paródicos? ¿Museos de autor? Todo eso, pero también, la invención de otras formas de musealidad que incitan a potentes ejercicios de ciudadanía.