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Los sistemas educativos ?y el argentino dentro de ellos- se expandieron durante dos siglos cumpliendo con una doble función: la incorporación amplia de las personas a las sociedades nacionales y la selección de ciertos sectores que desempeñarían papeles dirigentes en dichas sociedades. En la última década, la obligatoriedad de la educación secundaria establecida por la Ley de Educación Nacional N° 26.206, las políticas llevadas adelante hasta fines de 2015 para garantizar dicha obligatoriedad, la creación de más universidades y la generación de medidas de acompañamiento (desde políticas de becas hasta mejores condiciones de infraestructura en edificios y transporte universitarios, por ejemplo) implicaron mucho mejores condiciones para el acceso de gran cantidad de jóvenes que son la primera generación dentro de sus familias en llegar a la universidad.Este profundo impulso produce condiciones inéditas, ya que permitió que muchos jóvenes que terminaban la educación secundaria tengan como uno de sus horizontes de futuro posibles la continuidad de los estudios universitarios. A su vez, la cultura de las instituciones en las que concretaron su trayectoria educativa, la secundaria obligatoria, cambió. A diferencia de los recorridos del siglo XX, en los que los jóvenes que llegaban a la universidad habían vencido los obstáculos de un proceso selectivo, en la actualidad las escuelas secundarias tienen el imperativo de la inclusión.