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En el presente trabajo intentamos problematizar el concepto de lo humano que subyace en general al discurso con que la humanidad occidental se piensa a sí misma y que se cristaliza en gran medida a través de la filosofía y sus problemas fundamentales. Ahora bien, para llevar a cabo esta problematización no pretendemos quedarnos en el ámbito cerrado de la propia disciplina filosófica sino dialogar o más bien escuchar lo que disciplinas como la etología o la primatología tienen para decir sobre aspectos determinantes del comportamiento animal que han sido tradicionalmente reservados al ser humano, como notas de su carácter excepcional. En efecto, observaciones y experiencias relacionadas con la autoconciencia, la previsión del futuro, el uso y fabricación de herramientas y, el uso y creación de lenguaje simbólico, y, en general, la cognición, parecen dan cuenta de un borramiento en el límite que tradicionalmente, y para el pensamiento occidental, separa a los humanos del resto de los organismos vivientes. De este modo, lo que esperamos mostrar aquí es que la evidencia empírica en torno a la animalidad, vuelve obsoleta y anticuada la creencia en la excepcionalidad humana, y pone en evidencia el carácter sesgado y parcial de una jerarquía de lo viviente que pone al hombre en su cima. En este punto precisamente la filosofía, y la mayoría de las disciplinas, a pesar de haber rechazado la idea religiosa del hombre como una criatura cercana a la divinidad, creada a imagen y semejanza de un dios, parece seguir adoptando un punto de vista difícil de sostener más que como artículo de fe, esto es, la idea de que el ser humano posee caracteres que lo diferencian radicalmente dentro de la historia de la vida en la Tierra. Es justamente el argumento sobre el que se sostiene esta supuesta diferencia lo que pretendemos exponer y refutar aquí, a la luz de datos empíricos concretos que desestabilizan el concepto de lo humano que ese mismo argumento supone.