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En el marco de la Reforma Universitaria, los estudiantes trazan nuevos lazos de solidaridad con los reclamos obreros, en una lucha conjunta -hasta entonces inédita- que se traduce en el acompañamiento obrero de las demandas reformistas, tanto como en el crecimiento del extensionismo universitario y la creación de universidades populares por toda América Latina.En este sentido, uno de los puntos más sensibles de las discusiones reformistas remite al alcance del concepto de autonomía, central en los reclamos estudiantiles. Se exige autonomía respecto de las presiones políticas externas a la Universidad, ¿pero para definir las propias formas de intervenir en la sociedad, o para instaurar una profesionalización cientificista ajena al mundo de la política? De hcho, la experiencia reformista es vivenciada por algunos intelectuales como una ampliación democrática exclusivamente al interior de los claustros, o incluso como parte de una autonomización de la vida académica respecto de la política (incluyendo el rechazo de la politización que la propia Reforma engendra); para otros, forma parte de un proceso más amplio de democratización social, materializada por el yrigoyenismo. E incluso, para algunos pocos, es el comienzo de una experiencia revolucionaria, incentivada por el éxito reciente de la Revolución Rusa -y en menor medida, de la Revolución Mexicana-. En este sentido, la defensa de la autonomía de la Universidad, con relación a la esfera de la política, dibuja ?al menos en principio? una tensión inquietante con respecto a la apertura de la Universidad hacia las demandas sociales y hacia la politización. Para ejemplificar esta diversidad de perspectivas, en pugna por la imposición de un sentido hegemónico, quisiera explorar brevemente qué concepto de autonomía se halla implícito en cuatro intelectuales relevantes de la Reforma: los argentinos Ernesto Quesada, Ricardo Rojas y Julio V. González, y el mexicano José Vasconcelos.