IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
La concepción integracionista de la experiencia estética en Jean-Marie Scaheffer. Algunos antecedentes, rupturas, y consecuencias.
Autor/es:
ROSENGURT, C. P.
Lugar:
Ensenada
Reunión:
Otro; V Coloquio de Filosofía del Conocimiento. Creatividad, innovación y racionalidad en Ciencia, Arte y Tecnología.; 2016
Institución organizadora:
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata
Resumen:
A partir de la segunda mitad del siglo XX la noción de experiencia estética ha sido puesta en cuestión, no sólo en cuanto a su valor, sino incluso en cuanto a su propia existencia, (G. Dickie, 1962; R. Shusterman, 1997). Sin embargo, y a pesar de todas las dificultades que entraña, tal noción persiste como categoría dentro del ámbito de la reflexión estética contemporánea. Pero entonces, como problematiza Shusterman ¿ha muerto la experiencia estética? Compartimos con este autor que en pos de discutir acerca de la experiencia estética es necesario plantearla no como unívoca, sino en su multiplicidad de concepciones. Entre ellas, la obra de Jean-Marie Schaeffer, de reciente y creciente conocimiento en el ámbito del pensamiento de habla hispana, puede enmarcarse en el contexto de este debate, al abogar por la experiencia estética e intentar delimitar su especificidad. El presente trabajo tiene dos objetivos. El principal es desarrollar algunos aspectos de la concepción de este autor acerca de la experiencia estética a la que el propio Schaeffer (1996) denomina integracionista, que pone en continuidad a la experiencia o relación estética con el resto de las experiencias de la vida en general. De tales aspectos son de nuestro particular interés el entendimiento de la experiencia estética como una relación cognitiva, atencional, brindada al mundo en general, y no sólo a ciertos ?objetos? ?los cuales al entrar en ella sólo varían en su función- a partir de competencias o mecanismos mentales que no son distintos de los que se ponen en juego en la vida en general; y la distinción entre los ámbitos artístico y estético. La resultante superación de la tradicional separación entre el arte y la vida en general, por cuanto la relación estética que la sustenta queda comprometida (engagement) en la vida, es la que da el nombre a la concepción. Al decir del autor ?La experiencia estética no es ni más ni menos situada que otras relaciones con el mundo.? (Schaeffer, 2013, inédito).Entre los antecedentes que consideramos más determinantes de dicha concepción, y tal como Schaeffer (2013) apenas ha esbozado, situamos la integración lograda en su concepción entre arte y vida en proximidad con algunos aspectos a aquella promovida por John Dewey (1934, 1950) varias décadas antes. Conforme al pensamiento pragmatista con el que se lo asocia, Dewey afirmaba la utilidad de la filosofía para la vida, en función de una conexión vital que debe mantener tal disciplina con la vida, en especial con los modos de vida de su época. Allí, el elemento estético era considerado un elemento inherente a la condición humana en general, lo que implicaba una superación de la tradicional separación entre la vida en general y el arte. Visto de este modo, nuestra lectura ubica a Schaeffer en continuidad, o por lo menos en relación, con algunas tesis del pragmatismo norteamericano. Sin embargo, sostenemos, las concepciones de ambos autores se separan en un punto. Según Shusterman (1997) Dewey propone a la experiencia estética como una definición de arte, lo cual genera considerable confusión, y ha llevado a la noción de experiencia estética en dicha tradición al desuso. Por su parte, la concepción schaefferiana aunque a su forma también integra lo estético en la vida en general, parece ir en un sentido absolutamente opuesto al insistir en que lo estético y lo artístico deben ser distinguidos, diferenciados. Aspecto basal éste de su concepción cuyo antecedente principal vemos no ya en Dewey, sino, en algunos planteos de R. Ingarden (1976) quien para distinguir entre valor artístico y valor estético parte de la distinción entre obra de arte y objeto estético, respectivamente. Un segundo objetivo de este trabajo radica en la consideración de algunas consecuencias o implicancias de la concepción integracionista schaefferiana, a los efectos de responder a la pregunta de Shusterman sobre la supuesta muerte de la experiencia estética, y discutir con su posición. Tanto Schaeffer (2000/2005), como Shusterman (1997) acuerdan en que la revolución estética de los años ochenta vio en la noción de experiencia estética una suerte de esperanza para lidiar con ciertas dificultades provocadas por manifestaciones del arte contemporáneo. Para ambos, a su vez, tal esperanza es falsa. Pero para el segundo de ellos, quien lejos de aniquilar a la experiencia pretende redimirla, la relevancia de la noción de experiencia estética, lejos de definir al arte ?y a lo estético-, resulta de funcionar como un concepto direccional, orientativo, que nos recuerda aquello que -en tanto que nos vivifica y moviliza- vale la pena buscar tanto en el arte como en cualquier lugar de la vida. Desde nuestra posición, la noción no es sólo un recordatorio. Aunque la confrontación con manifestaciones artísticas contemporáneas (Rosengurt, inédito) si exitosa a veces continúa siendo problemática, en tanto éstas parecen resistirse a ser subsumidas en aquélla, sí logra sacudir al arte de las tradicionales categorías estéticas -artista, obra, público- más bien obsoletas, generando con tales manifestaciones una relación diferente, sea en sentido meramente teórico como experiencial. Por otra parte, sostenemos la duda acerca de si tal desplazamiento es sólo la sustitución de viejas categorías por otras más nuevas (Schaeffer, 1996), o si aún así, la noción es de hecho funcional. Es decir, si es útil para promover y potenciar una reflexión distinta acerca del arte, y ?en clave de tautología- de ella misma también (Shusterman, 1997). En todo caso, si la experiencia estética ha muerto, entonces su fantasma ?afortunadamente- aún nos acecha.